¿Habrá fraude?

En un comentario anterior planteamos el dilema de si el Partido Colorado quedará dividido luego de las internas entre cartistas y anticartistas, y concluimos que para que ello pueda ocurrir tendrá que haber fraude electoral. Hicimos referencia a la relativa facilidad con que el partido llegaba al “abrazo republicano” luego de sus internas salvajes y su capacidad de obtener resultados exitosos, inclusive dividido, tal como ocurrió en 2003, aunque después fue a la llanura.

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Entonces la pregunta que queda picando en la cancha es: ¿habrá fraude en las internas del Partido Colorado? Planteé la duda en una discusión de amigos que actuaron en elecciones anteriores y, por ende, dominan las reglas de juego y su aplicación en cada instancia del tenso proceso electoral.

Dicen ellos que para que el fraude sea factible y pueda torcer la voluntad colectiva y convierta la derrota en triunfo, es necesario que haya un abandono masivo de las mesas electorales del que resultará perdedor y que el ganador fraudulento compre el silencio y la complicidad de todos los demás miembros, incluidos los apoderados y de alguien en el TSJE.

Entre mis interlocutores hubo quien defendía a rajatablas la normativa vigente como una verdadera garantía de fidelidad del sufragio, lo cual no me cabe duda. No creo que el problema radique en las reglas, sino en quienes deben cumplir las reglas y en quienes deben hacerlas cumplir, y otro elemento más: en el que quiere ganar a cualquier costo, por cualquier medio.

Hoy el fraude ya no se nutre de la vulnerabilidad de las normas, sino de la capacidad de imponer la impunidad frente a la suma de factores humanos que contribuyen a burlar esas normas, a torcerlas hacia uno de los costados. Es la inconducta humana la que facilita el fraude, lo concreta y lo apaña.

Luego corresponde determinar en qué y en quiénes se sostendrán quienes planean un fraude para asegurar la victoria.

Soy de los que piensan que aún se puede cometer, basado en primer lugar en el imperio de la impunidad reinante y de la corrupción campante. Si existe corrupción generalizada, ¿por qué no habría de existir en el campo electoral?

Imaginemos para ello una pirámide.

Primer peldaño. En la base está el prototipo de “pila” para quien da lo mismo votar o no votar, “vender” su cédula o no. Para esta categoría de ciudadanos el día de las elecciones es la oportunidad de ganarse unos pesos y normalmente lo hace por un monto que paga “el mercado”. (todos lo hacen).

Segundo peldaño. Quienes los corrompen son una categoría de ciudadanos ubicados por encima de los anteriores de la pirámide, conocidos como operadores que retiran el dinero de un comando central para convencer a “los de abajo”.

Tercer peldaño. Por encima de estos compradores de cédulas para desalentar a la concurrencia se encuentran los candidatos que hacen trato directo con sus adversarios disgustados, a quienes pagan para no hacer nada el día de votación. El famoso “eguapy” (quedarse sentado el día D) para vengarse del adversario ganador de la interna y restarle votos.

Cuarto peldaño. Los dirigentes de peso buscan bolsones de votos en el equipo advesario cuya cabeza es “dueño” del colectivo al que tiene “secuestrado” durante el día en una reunión regada con abundante trago y comida gratis. El “dueño” negocia un monto que garantiza el pago a cada uno, su renta personal, el transporte y la recuperación de lo invertido. ¿Recuerdan el caso “trato apu’a”? Eso mismo.

Quinto peldaño. En la cima de todo se encuentra el o los generadores de todos los recursos necesarios que no solamente maneja dinero, sino influencias suficientes como para presionar a fiscales y jueces o para comprometer recursos y cargos públicos a cambio de apoyos logrados.

Entonces, díganme ustedes, ¿puede o no haber fraude en las próximas elecciones, incluidas las internas?

ebritez@abc.com.py

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