Hace cincuenta años

Este artículo tiene 6 años de antigüedad

SALAMANCA. Iba en su Vespa a buscarle a la novia para ir al cine. También fue sábado de un 6 de octubre de 1968. En la esquina de la calle 25 de Mayo y 22 de Septiembre fue atropellado por un automóvil y, al caerse, se golpeó la cabeza contra el cordón de la acera y se quedó inconsciente. En la madrugada de aquel domingo falleció. Era René Dávalos (1945-1968) y tenía nada más que 23 años. Lo que le diferenciaba nítidamente de los jóvenes de su edad, era que ya entonces, a pesar de su juventud, se destacaba por su labor intelectual y una poesía de palabra sencilla, una construcción severa y ninguna concesión a lo que podrían ser las modas de la época.

Con motivo de cumplirse ese aniversario, su hermana Rosemary tuvo la idea de ofrecerle el mejor homenaje que se le podía hacer: editó toda su obra: sus poemas, sus artículos periodísticos, sus ensayos literarios. “Él era muy riguroso con lo que escribía –me dijo–, pero decidí publicar todo lo que pude encontrar. Y estoy segura que muchas de esas cosas él no las hubiera dado a conocer. Pero no me quedaba otra”. La noche se su velorio, un grupo de amigos, de compañeros de intereses, decidimos grabar un programa radial a manera de clausura del que mantuvimos por varios meses: “Panorama cultural” en radio Chaco Boreal que se acababa de inaugurar. Formábamos el equipo, además de René (literatura), Antonio Pecci (teatro), Vicente Marsal (música), Juan Carlos Da Costa (artes plásticas), yo hacía los comentarios de cine. Las grabaciones y efectos sonoros estaban a cargo de Carlos Saguier. Hay que hacer una salvedad. En esa época estaba en plena vigencia el “pop art”, los Beatles, Twiggy, los Rolling. Nosotros no queríamos hacer un programa que “hablara” del “pop art” sino que fuera en sí un programa dentro de esa línea. De allí que la intervención de Carlos Saguier resultaba esencial. Logramos que la radio trasmitiera aquella grabación durante el tiempo que el cortejo fúnebre avanzó por la avenida Mariscal López hasta la Recoleta con la música que a él le gustaba, con la lectura de sus poemas, con su propia voz leyendo sus comentarios sobre literatura.

Es importante mantener en vigencia su obra y su personalidad, no solo porque fue un escritor con muchos méritos; me atrevería a decir que fue el mejor poeta de su generación, sino también porque fue un ciudadano ejemplar. Riguroso no solo con su producción intelectual, sino riguroso con su conducta misma, sin que esto no disminuyera en nada la enorme vitalidad que llevaba encima. Recuerdo que una vez lo encontré a la salida del cine. Venía de ver la maravillosa “Tom Jones” (Tony Richardson, 1963) basada en el libro del escritor inglés Henry Fielding del siglo XVIII. Le pregunté qué tal era y se rió: “Es una de esas películas que después de verlas te dan ganas de salir, irte a una plaza y revolcarte con una chica en el pasto y luego bañarte desnudo en la fuente”. Lastimosamente en nuestro país la gente de valía muere joven, solo los corruptos llegan a viejo. René murió joven, muy joven y nos dejó para hacer la tarea más difícil: seguir siendo fieles a aquellos principios y aquellas ideas en las que creíamos y por las cuales tanto luchamos. Creo que de entonces quedamos muy pocos: algunos ya se murieron, otros se refugiaron en mundos ideales inexistentes, otros se diluyeron, otros se dejaron estar y otros capitularon. Felizmente solo el cuerpo se corrompe, pero el recuerdo permanece íntegro tal cual fue en el primer día.

jesus.ruiznestosa@gmail.com