Hartos de estar hartos

SALAMANCA (Jesús Ruiz Nestosa). Llegó a su casa al final de la tarde, cansada de trabajar en una agencia inmobiliaria, se desplomó en la cama y encendió el televisor para enterarse de que se había descubierto un nuevo caso de corrupción: un gigantesco fraude aduanero por parte de un grupo que encabezaba el secretario privado de la vicepresidente. Nunca se interesó por la política, no pertenecía a ningún partido, pero este nuevo caso, uno más de las decenas que escuchó por años, fue suficiente para que se hartara de estar harta. Esa misma noche en su cuenta de Facebook escribió para sus amigos: “A ver si esta vez hacemos algo”. Entre las respuestas que recibió había una que no le preguntaba qué había que hacer sino dónde y cuándo.

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Ese fin de semana se reunió un grupo de gente interesada y redactaron un manifiesto en el que ponían en claro que no tenían afiliación política y que, hartas de la corrupción, llamaban a una manifestación en la Plaza de la Constitución, de Ciudad de Guatemala, para pedir la renuncia del presidente de la República, Otto Pérez Molina, cabeza principal de la más desvergonzada corrupción de toda Guatemala.

Su nombre: Lucía Mendizábal, de 53 años, quien no reclamó ningún liderazgo. En la plaza no se había puesto ninguna tarima ni escenario, nada que permitiera a alguien apoderarse del sitio y proclamarse líder del movimiento. En pocos días el mensaje invitando a la manifestación tenía 35.000 adherentes y el sábado señalado en la plaza no cabía un alfiler. El éxito fue rotundo y la vicepresidente se vio obligada a dimitir. Animados por ello, las protestas continuaron, todas ellas pacíficas, todas ellas sin líderes, sin participación visible de los partidos políticos; era un movimiento netamente ciudadano al que cada día se sumaba más y más gente.

¿Cómo terminó la historia? O, mejor dicho, ¿cómo continuó? La vicepresidente fue encarcelada el 21 de agosto y el 3 de este mes de septiembre, después de verse obligado a renunciar, se ordenó el ingreso en prisión del propio presidente Otto Pérez Molina. Comandaba un grupo mafioso llamado “La Línea”, que ofrecía a un grupo de importadores, con la complicidad de funcionarios de la aduana, retirar sus mercaderías sin pagar impuestos gracias a la falsificación de documentos y declaraciones del contenido de los contenedores. La Fiscalía y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, de Naciones Unidas (CICIG), durante meses investigaron a los sospechosos y lograron grabar más de 66.000 conversaciones telefónicas mantenidas entre los integrantes de esta trama y más de 6.000 comunicaciones electrónicas. En pocas palabras: les va a resultar bien difícil al expresidente y a su exvicepresidente zafar de la justicia con tal cúmulo de pruebas que terminará involucrando a mucha mayor cantidad de gente importante de Guatemala.

Me pregunto si los corruptos, los nuestros, los de más allá, los de nuestro vecindario, quienes no son vecinos pero a los que vemos diariamente en los periódicos y en la televisión; me pregunto si los corruptos de Paraguay, Argentina, Brasil, Venezuela, ¿no piensan que un día todos podemos llegar a hartarnos de estar hartos y pedir que se haga justicia? Miren lo que pasó con la Primavera Árabe que no terminó del todo bien porque las democracias occidentales miraron hacia otro lado cuando tenían que haber acudido a ayudar a quienes estaban hartos de tanta opresión y corrupción. Miren lo que está pasando en Siria porque Occidente dijo que “El Asad es nuestro hijo de puta”, como Roosevelt dijo de Batista. Y en ninguno de los dos casos se solucionaron como debían ser las cosas. Pero lo de Guatemala puede ser un ejemplo, puede ser la semilla de una nueva primavera, la de aquí, la de allá, la que nos corresponde, la que esperamos.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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