Hasta el hartazgo

Querer informarnos nos lleva al extremo de leer noticias a vuelo de pájaro, más que descansada y críticamente. Los avances de la comunicación digital nos permiten voluntaria o involuntariamente consumir mucho al mismo tiempo, sobrecargándonos de noticias e información que mayormente queda sin procesar. Cuando una comida nos hace mal o bebemos de más el cuerpo siempre hace lo que nuestra voluntad o desconocimiento no pudo y se limpia. ¿Qué ocurre con lo que leemos? ¿También nuestro cerebro lo desecha?

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Si hiciéramos una encuesta y preguntáramos en la calle “¿Cuál es el tema mediático que te tiene harto?”, probablemente la respuesta saltaría espontánea en algunos, mientras que otros se tomarían unos segundos para responder.

No es muy difícil saber qué temas se han impuesto a nivel social provocando malestar entre las personas; dividiendo amigos, familiares, compañeros de trabajo, clientes, diferentes tipos de relaciones sufren los extremos y el bombardeo de noticias que generan odios y alejamientos.

Lo que debemos plantearnos es cómo salir del divisionismo (caemos en la trampa de los conflictos y rupturas) y defender nuestra propiedad social. En un país con baja formación, entendiendo que el pensamiento crítico implica pensar y analizar qué, cómo, de quién y de dónde proviene la información. Lamentablemente no somos una sociedad donde prevalezca la intelectualidad, la inteligencia resolutiva.

En mi época universitaria estudiábamos cómo manejar la sobreinformación, hablábamos sobre el sensacionalismo, el amarillismo y su opuesto: la información discreta, confiable, seria. Teníamos ansias de salir a trabajar y estábamos convencidos de que no éramos amarillistas, que no transaríamos nuestros valores. Éramos otros y era otra época, no llegaba todavía la correntada de información digital, no había redes sociales. Por supuesto, siempre hubo cursos de actualización periodística, aunque muchos programas hoy tengan más de adoctrinamiento que de profesionalización pensante.

El compromiso con la verdad nos involucra a todos, pero a nivel periodístico el deber es seleccionar y canalizar la mejor información para la gente, crear y formar opinión pública (largo y riquísimo tema).

Hoy, además, existe la “competencia” (no lo es, es un complemento) de las crónicas ciudadanas, los comentarios directos sobre lo polémico.

Esto es un invalorable termómetro para el periodismo.

Sobre cómo tomar los temas insistentes y repetitivos, los que más dividen, enferman y/o hieren a las personas, se divisan dos caminos: la indiferencia, aunque tendrá un efecto colectivo, o tratar de calmarnos y desmenuzar los planteamientos. Para esto requerimos que las personas inteligentes y formadas –pero desprendidas de toda saña– ayuden. Decía, y lo comparto, el filósofo argentino Darío Sztajnzrajber en un programa (sobre “la cheta de Nordelta”, pueden verlo en Youtube): “…esto no cambia nada, nos olvidamos en tres días, pero hoy se consume porque es divertido y está bueno tomar partes de lo que ella dijo para generar charlas, porque son problemas que están presentes en la sociedad y uno se hace el tarado, el que no da bolilla. Está bien que temas así exploten en los medios”.

lperalta@abc.com.py

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