Hora del pensar profundo

Ve a rezar, hija mía Es la hora del pensar profundo (Andrés Bello)

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Asombra la tenacidad de Venezuela abriéndose paso a trompicones en medio de obstáculos e incomprensiones. Hay, sin embargo, algunas constantes en el esquema. Se mantiene e intensifica la noble solidaridad internacional con la lucha venezolana por la democracia y la defensa de los derechos humanos. Y, en sentido contrario, se profundiza la división opositora, en medio de previsibles luchas por el liderazgo.

No obstante, esas pugnas reflejan la consciencia de que la victoria se insinúa en el horizonte y por eso las cartas se ponen sobre la mesa. ¿Ha sido derrotado el fatalismo de quienes clamaron que ya nada podía hacerse, salvo que el mundo asuma la tarea de salvar a Venezuela? Solo en parte. El hecho es que, desde la sociedad civil, la Plataforma Comunitaria de la Mesa Social ha organizado en Caracas más de 50 organizaciones locales vinculadas a la gente en sus problemas y proyecta expandirse a los últimos rincones del país. Son incansables. No piden, dan. No muestran aspiraciones de liderazgo, lo ejercen. 

Van contra el Poder amistándose con los que estén en lo mismo. Están haciendo confluir las protestas sociales de cada día en correspondencia con la aguda tragedia de los venezolanos. Aspiran retener así sea parte de la increíble diáspora que tan descarnadamente refleja la devastación. Actúan más bien por su cuenta, pero no excluyen ni disputan, sin sentirse dueños de la verdad o salvadores iluminados.

Ayudaron a llenar de bote en bote el Aula Magna de la UCV en resonante denuncia social acompañada de un enérgico llamado a recuperar, ampliar y fortalecer la Unidad Nacional. Al descansar muchos en la esperanza de una intervención foránea piensan que el ejercicio de políticas cívicas generaría ilusiones que la debilitarían. No lo creo. La situación es tan tensa que nada se descarta, pero para cualquier eventualidad es mejor disponer de una unidad nacional abierta a las diversas corrientes e intereses de la sociedad. 

Lo que cimenta la unidad nacional que asoma su rostro es fundamental. Se puede debatir en el marco del objetivo común porque la democracia garantiza que no perderás tu libertad, ni tu dignidad, ni tus convicciones. Esas claras reglas no predeterminan quién tendrá el poder. Tal decisión queda al sufragio ciudadano.

Hago estas puntualizaciones para tomar seriamente en cuenta un nuevo factor que se suma a la lucha por la democracia y es la corriente que en el oficialismo se enfrenta al Poder y entraría, tal vez, en el trasatlántico unitario si se le garantiza su independencia. ¿Cómo no hacerlo si el poder democrático será determinado por los electores? ¿Cómo no entender que esos electores arden de indignación por la pésima experiencia soportada en cerca de 20 años de una revolución rechazada hoy por Venezuela? 

En el acto del Aula Magna se escuchó una inesperada canción de Ali Primera, que agitó sin razón la intolerancia de valiosos opositores. Olvidan que la victoria es función de la ampliación constante de la unidad. Oír a Alí en el Aula Magna podría quizá incidir emocionalmente en el incendio que está asolando la vida interna del oficialismo. Gente que hoy hierve de ira por el horrendo desempeño del gobierno y busca derroteros democráticos y libertad de expresión.

Que escucharan a Primera en aquel gran acto democrático fue, independientemente de su eficacia, una decisión inteligente y creativa. Lo nuevo es eso. En la dirigencia alguien está usando la cabeza y no solo el corazón. [©FIRMAS PRESS]

@AmericoMartin

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