Jacinto Herrera

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Un día como hoy, de 1969, falleció en Asunción el actor Jacinto Herrera. Alumno destacado de Fernando Oca del Valle en la Compañía de Comedias del Ateneo Paraguayo, viajó después a Buenos Aires, donde tuvo su primera y exitosa participación en la película "Cumbres de hidalguía", 1947. Sus últimas fueron en 1964, año en que filmó tres películas: "Un sueño y nada más", "Canuto Cañete y los 40 ladrones" y "Los evadidos". Antes, le tuvieron como protagonista películas como "La última escuadrilla", "Hombre de la esquina rosada", "Morir en su ley", "Codicia", bajo su dirección y filmada en Paraguay en 1955; "Hijo de Hombre", etc.   

Jacinto Herrera fue el mejor actor de teatro, el cine y la radio que tuvo el Paraguay. Tan bueno, que luego encandiló al público argentino desde la radio y el cine. Como su voz, era dueño de una personalidad única.   

Empujado por la añoranza, volvió a su querida Asunción a mediados de los años 60 y se entregó a su pasión por el teatro. Animó también uno de los primeros programas en vivo de Canal 9, los domingos matinales, en el pequeño estudio del 6º piso de Previsión Social.   

Tenía otra marca que lo distinguía: la bebida y los prostíbulos. Así dicho suena desafinado. Pero Jacinto era desaforado en todo, no solo para hacer reír o conmover. Tocado por la bebida en las madrugadas bohemias repartía, si la ocasión le apretaba, dinero y trompadas con sus manos generosas y justicieras.   

En los prostíbulos no había guapo que se le enfrentara ni madama que se le opusiera. No era el matón de barrio de las películas. Esencialmente era generoso, amable, solidario.   

Con estas virtudes, más su entrañable amor por el teatro, se entiende que anduviera siempre escaso de dinero. Entonces, como ahora y como siempre, las muchachas a las que frecuentaba querían también suavizar sus propias penurias no solo con encendidas palabras de amor, sino asimismo con algún efectivo que les calmara el hambre y el de la madama.   

Jacinto convertía en dinero su infinita simpatía para conmover a la patrona que aceptaba "vale" para un próximo estreno.   

¡Qué estreno era el de la "Compañía de Comedias de Jacinto Herrera"!

Días antes la boletería del Teatro Municipal atendía sin cesar al público que buscaba asegurar un sitio en la sala.   

Luego de las expectativas creadas desde los afiches, la publicidad en las radios y los diarios, se abría el Teatro para recibir a un público ansioso, que de antemano se deleitaba con la función que le esperaba.   

Al mismo tiempo, otro espectáculo, igualmente teatral, se iniciaba con la llegada de las invitadas de Jacinto encabezadas por la madama. Esta venía, toda ella, rodeada de sus pupilas que formaban un grupo colorido y ruidoso. Colorido sobre todo. Cintas en la cabeza, flores en el pecho, algunas con un chal multicolor que procuraba esconder una blusa que se caía de vieja. Todas con zapatos taco alto sobre los que procuraban mantener el equilibrio. El otro elemento común que las unía era el perfume que las delataba sin atenuantes. Aunque sin verlas, el público sabía que entraba en la sala un grupo "de esas". Sin quererlo, alborotaban la platea, los palcos, las tertulias.   

El comportamiento de estas muchachas y la matrona demostraba que estaban lejos de ser un público profesional. Se reían a carcajadas sobre todo en las escenas dramáticas. Estaban para divertirse y no iban a ponerse a lagrimear porque a Jacinto, ese amigo íntimo, querido, a quien tanto conocían, que tanta gracia les causaba en las madrugadas luminosas de trago y de risa, le pasaba algo en el escenario.   

Estrenos como esos ya no se dan en nuestro teatro.   
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