Palestina estaba sometida por el Imperio Romano, representado por un procurador con algunos soldados y el refuerzo de una legión estable en Siria.
Los romanos respetaban suficientemente las instituciones y cultura de los pueblos conquistados, pero imponían cargas pesadas con impuestos y entrega obligada de productos agrícolas y ganado.
María y José tuvieron que caminar desde Nazareth hasta Belén (110 kilómetros) porque el emperador César Augusto obligó a los habitantes de los pueblos dominados a empadronarse en su lugar de origen pagando un costoso impuesto. Estando en Belén, a María le llegó la hora de dar a luz a Jesús. Como no hubo hospedaje para ellos Jesús nació en un establo; su primera cuna fue el pesebre de animales.
Jesús bebé, ya es un perseguido político. El cruel Herodes el Grande, informado por ilustres visitantes, a quienes llamamos “reyes magos”, decide eliminar a Jesús, por temor a que este niño llegue a ser como le dijeron los visitantes “Rey de los Judíos”. Para asegurarse de que mataba a Jesús hace matar en Belén a todos los menores de dos años. Y Jesús, protegido por José y María, se convierte en un emigrante político, huyendo a Egipto.
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Cuando José y María supieron que Herodes el Grande había muerto, vuelven a Palestina y se automarginan escondiéndose en la despreciada Nazareth de Galilea, para asegurarse que nadie de la familia de Herodes pudiera saber de la existencia de Jesús. Su infancia quedó duramente marcada por la persecución política.
Cuando Jesús tenía aproximadamente treinta años, deja a su Madre y se lanza a la misión para la que se siente enviado por Dios: presentar su proyecto, la “Buena Noticia”, explicando por toda Palestina que Dios es amor y que su plan es que amemos para realizar el “Reino de Dios”, reino de nuestro Padre, en el que todos somos sus hijos, llamados a realizar su proyecto de humanidad.
Esta propuesta, aparentemente tan simple era y es revolucionaria social y políticamente hablando. Lógicamente chocó con los intereses de quienes administraban el poder para su propio beneficio atropellando los derechos especialmente de quienes estaban en condiciones de debilidad y pobreza.
Jesús, encarnando en sí y en su proyecto el amor del Padre trabajaba para el bien común, defendía la justicia, indicador que hace creíble al amor; defendía con la lógica del amor a los pobres, a los marginados, a los que sufren. Este amor, que se conoce como el árbol por los frutos, es un amor transformador de personas y sociedades. En el proyecto de Jesús la política, es decir, la gestión desde el poder otorgado por el pueblo, es para el bien común, para el servicio, no para el dominio ni la apropiación de lo ajeno.
Chocó con los políticos. Los amigos de Jesús le advirtieron que Herodes Antipas lo quería matar; los zelotes, que eran los más radicales enemigos de los romanos, se desilusionaron porque Jesús no se unía a su causa y tenía entre sus discípulos a un publicano colaboracionista con los romanos; los publicanos se extrañaban de que también tenía entre sus doce a un zelote; los fariseos buscaban sorprenderlo en error para denunciarlo porque desmontaba la falsedad de sus leyes absurdas; los saduceos porque Jesús no apoyaba su causa de connivencia con los romanos; los poderosos sacerdotes porque Jesús no aceptaba el régimen político teocrático. Al final lo condenaron porque temían el plan y la convocatoria de Jesús que arrastraba la admiración del pueblo y desenmascaraba el mercado corrupto del Templo convertido en cueva de ladrones. Lo crucificaron porque desmontó la farsa de políticos corruptos que se instalaron en el poder para abusar del pueblo en nombre de la ley de Dios.
La última semana de vida de Jesús es una dramática lección política. El domingo, el pueblo lo proclama rey. El viernes pide que lo torturen y crucifiquen por ser rey. En medio, una asamblea popular organizada y manipulada por los corruptos dirigentes políticos, que atropellaron la verdad de los hechos y todas las normas del derecho y la justicia.
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