Jugando en los límites

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En unas elecciones sin mayores complicaciones, Mario Abdo Benítez fue electo presidente de la República para los próximos cinco años. Los observadores de la OEA y de la Unión Europea que siguieron todo el proceso destacaron la civilidad de los comicios. Alertaron sobre algunas cuestiones como lo nocivo que pueden ser las bocas de urnas o la necesidad de controlar el financiamiento político. Sobre el proceso de elección no tuvieron objeciones.

Cuando todo indicaba que la elección llegaría a su fin sin sobresaltos, la dupla presidencial de la oposición empezó a cuestionar los resultados. La misma noche de los comicios, Efraín Alegre, con más del 99% de las mesas escrutadas y una diferencia por encima de los 95.000 votos, evitó reconocer su derrota. En un ambiguo discurso anunció que se haría un conteo voto a voto. Temprano a la mañana siguiente su equipo de campaña viralizó un video donde ponía en duda el proceso y con algunos certificados en mano dejaba entrever que hubo fraude. Fernando Lugo, el líder del Frente Guasu que casi nunca había aparecido pegado a la campaña, salió a respaldar la denuncia y advertía que todo estaría viciado.

Pasaron las horas, se generó una manifestación frente a la sede de la Justicia Electoral, pero las pruebas del fraude nunca llegaron. Apenas sí se tenían las normales diferencias entre algunos que otros certificados. Las mismas que siempre existieron en todos los procesos eleccionarios anteriores y que se resuelven en la mesa de juzgamiento. Algunas veces se impugnan, otras se rectifican.

Tres días después de las denuncias y sin pruebas concretas, Lugo le soltó la mano al candidato de la alianza. Anunció ante los medios que felicitó al candidato colorado por su elección y sin rubores salió a desdecir las denuncias de fraude. Con esa movida, el líder del Frente Guasu se reacomodó de cara al futuro. Seguir con una denuncia que no tenía pruebas pero que sobre todo no encarnaba en el electorado era casi un suicidio político.

Finalmente Alegre se quedó solo y muy mal parado en su intento por invalidar el proceso electoral y restar legitimidad al presidente electo.

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En medio de todo, Líder Amarilla, el candidato a gobernador del Departamento Central, también buscó sacar ventajas; pero no le fue bien. Su intento de encabezar una manifestación para tratar de cambiar los resultados que le eran adversos apenas sí fue un suspiro.

Con el correr de las horas y los días, el proceso de juzgamiento de las elecciones se está reencauzando. Las denuncias sobre un presunto fraude van perdiendo sustento. 

Poner en cuestión el proceso electoral fue una prueba más para la joven democracia que nuestro país intenta construir desde hace casi tres décadas. Las instituciones y sobre todo la población superaron la prueba, pero no sin quebrantos para el país. Por algunas horas, una vez más Paraguay fue noticia en todo el mundo por el presunto fraude en las elecciones. Las urgencias de algunos dirigentes políticos para tratar de mitigar de algún modo la derrota castigaron el intento de mostrar al Paraguay positivamente ante el mundo. Las denuncias despertaron viejas historias de manejos poco claros. Solo con el correr de los meses se podrá evaluar qué tanto impactó el incidente a nivel internacional.

Pasadas las dudas ahora se abre un nuevo tiempo para las autoridades electas. Los resultados de las elecciones presagian mucha turbulencia política para la administración que asumirá el 15 de agosto. El presidente electo deberá usar toda su capacidad de negociación para tratar de tener gobernabilidad. Los antecedentes de su llegada al poder hacen presumir que tiene capacidad de encontrar acuerdos; pero lo deberá ratificar como presidente de la República.

Por ahora habrá que ir cerrando frentes de conflicto. Elegir una vicepresidente y hacer jurar al nuevo parlamento son los desafíos de corto plazo.

ogomez@abc.com.py