La brutalidad en imágenes

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MADRID. Las imágenes son brutales en su más estricto sentido. Según la Real Academia es lo “propio de los animales por su violencia o irracionalidad”. Pero en este caso es lo propio de los seres humanos, esa brutalidad que solo el hombre sabe generar y que, en realidad, ningún animal es capaz de reproducir. Los animales no tuvieron un Auschwitz, ni una Segunda Guerra Mundial, ni obligaron a millones de seres a lanzarse al mar donde saben que pueden morir pero con la esperanza de poder llegar a la otra orilla. Mientras que si permanecen en sus pueblos, en sus ciudades, saben con certeza que morirán un poco antes o un poco después.

Las imágenes a las que me refiero pertenecen a la exposición “Caminos del exilio” que se puede ver en el Parque Retiro de Madrid como parte del programa PhotoEspaña2016. Pertenecen a cuatro fotógrafos (dos franceses, un español y un griego) que decidieron seguir a los millones de personas que buscan refugio en Europa huyendo de una guerra demencial que azota desde años una buena parte del Oriente Medio. Uno de esos refugiados, sirio, padre de familia, le dijo a uno de los fotógrafos: “La gente piensa que hemos salido de Siria buscando la libertad. No, no buscamos la libertad. Buscamos vivir”.

No hay cifras actualizadas porque ellas cambian cada día, cada minuto. A mediados del presente año los muertos por la guerra de Siria oscilaban entre 250.000 y 470.000 personas. Los refugiados son de 5 a 7 millones de personas provenientes de un país cuya población total es de 24 millones. Casi el 30% de la población ha decidido marcharse “buscando vivir”. Si ello sucediera en Paraguay, con siete millones de habitantes, equivaldría a que más de dos millones se fueran.

Se asegura que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial nunca se registró un desplazamiento humano de estas dimensiones. Nuestros mapas de Europa, llenos de nombres de ciudades históricas, ciudades monumentales: Roma, Venecia, Florencia, Múnich, Colonia, Berlín, París, ahora se han transformado llenándose de nombres difíciles de retener, de pequeñas ciudades, a veces pueblos, caseríos mínimos en torno a una estación del ferrocarril que llenan todos los días las páginas de los periódicos y los noticieros de la televisión haciendo alusión a estos miles de seres humanos que han abierto un nuevo camino en Europa. A los caminos de Santiago (que son varios) o los de Canterbury, por donde siguen transitando los peregrinos, se les acaba de sumar uno nuevo: la Ruta Balcánica; comienza en Siria y pasa por Turquía, el mar Egeo, Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Eslovaquia, República Checa, Alemania, Dinamarca y la meta deseada: Noruega.

El fotógrafo Olivier Jobard (francés, vive en París, 46 años) decidió seguir a una familia siria compuesta por el padre Ahmad, comerciante; su esposa Jihan, traductora, y dos hijas, desde que salieron de su ciudad natal hasta llegar, un mes después, a Estocolmo. Pasaron, arriesgando sus vidas, de Turquía a la isla griega de Kos. El paseo turístico vale no más de 20 euros (unos 130.000 guaraníes). Pero los refugiados, como son ilegales, deben pagar 1.000 euros (unos 6.500.000 de guaraníes). Ahmad pagó este precio por él y el resto de su familia. Cuando llegaron a Oslo habían gastado 20.000 euros, los ahorros de toda su vida.

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Según el mismo fotógrafo, su intención al documentar esta huida apocalíptica de refugiados que van buscando la vida es que la gente al verla se pregunte: “¿Y si fuéramos nosotros?”. Lastimosamente no ha logrado gran cosa en este sentido pues han aparecido grupos xenófobos, neonazis que montan campañas, muchas veces violentas, contra los refugiados.

Lo extraño es que en nuestro país, como en otros de Sudamérica, se sepa tan poco de todo esto. Mientras se está viviendo una crisis humanitaria de proporciones inmensurables, vivimos mirando hacia otro lado. ¿A nadie se le ocurrió que podríamos recibir aunque sea una pequeña parte de estos refugiados? A lo largo de nuestra historia no nos fue mal con los grupos migratorios que llegaron huyendo de la miseria (los coreanos) o de la intolerancia política (los anarquistas australianos) y por otros motivos, como el caso de los menonitas que enriquecieron nuestro Chaco. No seamos mezquinos y mostremos nuestra generosidad con los golpeados por las circunstancias.

jesus.ruiznestosa@gmail.com