La codicia, más que la Constitución

Asombra el cinismo de los políticos que buscan, a toda costa, la reelección presidencial. Ya en Senadores se había rechazado el proyecto de ley y no tendría que volver a tratarse sino luego de un año. Pero se está con un “nuevo” proyecto que será presentado en cualquier momento. No es nuevo. Es el mismo, solo que el de ahora tiene algunos flecos para el disimulo. Si fuese distinto, no tendría que figurar la reelección que ya fuera descartada.

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Aquí la cuestión no es el remiendo al proyecto anterior. Es la reelección vía enmienda, prohibida por la Constitución Nacional. Fernando Lugo y Horacio Cartes, alentados por un puñado de obsecuentes, ponen al país al borde de la violencia. No advierten que hay una ciudadanía dispuesta a defender la integridad de la Constitución respaldada por el artículo 137, último párrafo, que dice: “Carecen de validez todas las disposiciones o actos de autoridad opuestas a lo establecido en esta Constitución”. Y el artículo siguiente expresa: “Se autoriza a los ciudadanos a resistir a dichos usurpadores, por todos los medios a su alcance. En la hipótesis de que una persona o grupo de personas, invocando cualquier principio o representación contraria a esta Constitución, detenten el poder público, sus actos se declaran nulos y sin ningún valor, no vinculantes y, por lo mismo, el pueblo en ejercicio de su derecho de resistencia a la opresión, queda dispensado de su cumplimiento”.

Naturalmente, no les interesan los preceptos constitucionales. Con una extraña insistencia llevan adelante el proyecto de reelección que legalmente no es posible “en ningún caso”.

¿Qué les hace creer a Lugo y a Cartes que pueden estar por encima de lo que manda la Carta Magna? ¿Cómo pueden ser buenos gobernantes quiénes se alzan contra la Constitución Nacional? ¿Lugo y Cartes creen –o le hacen creer– que son los únicos ciudadanos capaces de estar al frente del Ejecutivo? ¿Que sin uno de ellos el país dejará de existir?

El Palacio de López ha tenido muchos inquilinos, y serán muchos más los que vendrán. El país no se agota en Lugo o en Cartes. Lo que se va agotando es la paciencia de la ciudadanía al ver que un grupo de políticos busca, inmerecidamente, seguir disfrutando del Poder y del dinero público.

No hay, entonces, un proyecto nuevo. Es el mismo que se había rechazado; solo que ahora, para el disimulo, le agregaron algunas cositas. Pero este intento de enmascarar la intención principal expresa la verdadera naturaleza antidemocrática de sus mentores a más de la desmedida y peligrosa ambición que puede conducirnos al desastre.

Se dice por ahí que la vía de la enmienda es la más democrática de las expresiones cívicas porque el pueblo tendrá en sus manos la decisión final. Dicho así suena bien. La consulta popular vigoriza la democracia. El problema es que los mismos partidos políticos la pervierten de dos maneras: una campaña proselitista engañosa y la compra de votos que va, según el sector, de 50.000, 100.000 guaraníes, hasta varios millones.

¿De qué voluntad popular se puede hablar luego de haberla encadenado al dinero o a la promesa de mejores condiciones laborales?

Rara vez, si alguna, en nuestra historia política se ha asistido a tanta degradación como ahora. Un Presidente de la República y un ex se ponen a la cabeza de una pandilla de codiciosos para someter a la Constitución Nacional a una violación colectiva. En esta idea obsesiva y criminal no les detiene la posibilidad de llevar al país quien sabe hasta qué extremos de violencia. No les importa, total sus consecuencias no les alcanzarán. Las víctimas seguras serán siempre las mismas: los ciudadanos de a pie, los que apenas tienen qué comer y vestir.

En nombre de la Patria que dicen amar, ¿no pueden Cartes y Lugo renunciar a este proyecto insensato que divide al país, que lo paraliza, que lo tiene atado a un futuro incierto? ¿No pueden ser más modestos, más cristianos, y pensar que el Paraguay seguirá viviendo sin ellos, y tal vez mucho mejor? ¿Qué hicieron por el país que les hace creer que son imprescindibles?

Si la codicia es más fuerte que la Constitución, y la humilla y la arrastra por el suelo, estamos condenados a vivir en una degradación sin remedio.

alcibiades@abc.com.py

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