La exclusión del guaraní

Colonizar significa substituir un saber por otro distinto. Se trata de un procedimiento que a veces dura siglos y determina el reemplazo de conocimientos, modos de vida, ciencia o cultura y se consolida en la supremacía de unos sobre otros. Naciones o imperios dominantes unos, frente a otros despojados de todo, o de casi todo, cuando que el operativo de dominio se asienta en el propio territorio de los pueblos sojuzgados. Para el efecto, estos habrán sufrido largos períodos de sangre y desolación, atropellos y menoscabos que empezaron con el desprecio a sus creencias, continuaron con el olvido de su cultura original y terminaron con sus saberes ancestrales. Finalmente sin nada y sin orgullo, sin sentido de pertenencia o dignidad, sumisos y dóciles, estos pueblos acaban aceptando y adoptando lo que se les imponga.

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Si alguien piensa que me refiero al Paraguay, SE EQUIVOCA ROTUNDAMENTE. No fue así -al menos- en el principio. Porque a pesar de que los paraguayos sufrimos atropellos parecidos a los mencionados, es sabido que en el origen y más que civilizar a nuestros guaraníes, los europeos terminaron GUARANIZADOS por ellos; adoptando sus conocimientos, alimentos, ciencia y sobre todo, su lengua. Y la polea de transmisión de aquel fenómeno inédito en América fue el reinado de la mujer indígena en los enclaves pioneros. Las que, a falta de extranjeras, hicieran que en aquellos hogares nutridos de niños, la leche materna fuera matizada con el trinar del idioma guaraní.

“¡IDIOMA, señores! ... no dialecto!”, como bramaba apasionado el Dr. Reynaldo Decoud Larrosa frente a los que tuvimos el privilegio de ser sus alumnos en el Colegio Nacional. Y junto a la lengua ancestral, se sumaron a esta vigente herencia: la elocuencia y la valentía. Atributos de los paraguayos de antes y de los jefes guaraníes de aún más antes, quienes se expresaban con tal calidad oral -según nos explicaba el maestro Decoud- que le daban ritmo de poesía a sus expresiones.

Debido al uso y difusión de la lengua guaraní por los jesuitas a partir de sus primeras reducciones (1610), el gobernador Juan de Blázquez de Valverde (1656/1659) otorgó al idioma una categoría real, convocando durante su mandato a una Junta de 10 Teólogos, “los más versados en la lengua guaraní”, para aclarar y recomendar detalles sobre su uso. El guaraní era entonces incluido, no excluido.

En las postrimerías de la colonia, nadie hablaba castellano en el Paraguay. Lo expresa el jesuita José Cardiel en un libro que vio la luz -por primera vez- en 1780, apuntando que los extranjeros “tenían que hablar guaraní”, para comunicarse con los paraguayos. Era el guaraní viviente que hoy pretendemos olvidar.

El padre Bartomeu Melià desentrañó el procedimiento de los cabildos en los pueblos originarios del período colonial, cuando sus autoridades indígenas escribían sus peticiones al rey, ¡en guaraní! y que el poder administrador de entonces, agregaba a la petición una respetuosa providencia: “Tradúzcase al español y junto al documento original, sea remitido a SM”. Más inclusión del guaraní.

José Gervasio Artigas, San Martín, Pedro I y Bartolomé Mitre, entre los mandatarios extranjeros de la región, hablaban guaraní. Este último aparece como autor de un artículo (“Ayerecó Quahá Catú“/Una Provincia guaraní - sic), en una bibliografía publicada en 1930, por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

El Mcal. Francisco Solano López no ocultaba su molestia frente a los extranjeros que no usaban el idioma nativo. De hecho, hizo que los oficiales de mayor conocimiento en el guaraní se reunieran en los campamentos para consensuar una grafía común cuando aparecieron los históricos diarios nacionales en medio del conflicto con la Triple Alianza.

El radiotelegrafista Albino Ortiz Ramírez, recientemente fallecido, manifestaba que uno de los recursos más valiosos para las comunicaciones militares durante la Guerra del Chaco fue el uso de la lengua autóctona en vez de los mensajes cifrados.

Estas voces eran susurradas también en la penumbra de los trincheras, usadas para el consuelo de los heridos y en las apelaciones que dieran estímulo y valor a los soldados en los combates.

Hasta 1848, la mayoría del pueblo paraguayo conservaba sus apellidos guaraníes. Hasta que un decreto del Presidente Carlos A. López declaró ciudadanos “a los antiguos habitantes de los pueblos originarios”. La medida hizo que la mayoría cambiara sus antiguos y sonoros nombres por el de apellidos españoles.

Ya en este siglo XXI, la Universidad de Buenos Aires hizo estudios basados en 12.000 ADNs de ciudadanos argentinos, revelándose que el 56% de ellos desciende de indígenas; la mayoría de ellos guaraníes.

De manera que si un exponente del enorme contingente de compatriotas con un apellido hispano pegado al de un inmigrante italiano cree que puede menospreciar la lengua madre, solo manifiesta una soberbia que indigna y desnuda la mentalidad colonizada que es impuesta a los ignorantes. Por Ministro que sea...

De: “CANTO SECULAR”

Eloy Fariña Núñez
(Fragmento del poema escrito con motivo del 1er. Centenario de la Independencia Nacional)
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Cuidemos con amor la lengua madre,
El guaraní rudimentario y dulce,
Formado de susurros de la selva,
De cantos de aves, de rumor de fuente.
Lenguaje pintoresco y primitivo,
Contemporáneo de remotas épocas,
En él, el lazo primordial del hombre
Con las obscuras fuentes de la tierra,
Se manifiesta con mayor relieve;
En él, los sentimientos son más hondos,
Las voces del querer son más cordiales
Y las melancolías son más trágicas.
Con la plasticidad característica
De las lenguas primarias y concretas
Y la armonía imitativa propia
Del monosilabismo balbuciente,
El guaraní murmura, brilla, canta,
Relampaguea, llueve, truena, ríe,
Es el acento mismo de las cosas,
Es la vértebra misma de los seres,
El relieve, la línea, el movimiento
Del universo móvil y tangible.
Alterne su armonía primitiva
Con el culto lenguaje castellano;
Viértase en este el pensamiento nuevo
Que brilla en la pupila de los jóvenes;
Pero déjese al pueblo, que, en su tierra,
Hable la lengua de la raza ausente.

jrubiani@click.com.py

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