Muchos hoy, ya entrados en la edad madura, fuimos niños y adolescentes que sintieron muy de cerca este pacto criminal que ha vivido no solo Argentina sino América Latina. Lo que hoy se puede decir a diestra y siniestra sobre la libertad y los derechos humanos: “es mi derecho”, “soy libre de opinar”, se lo debemos a personas que dieron su vida –con aciertos y errores– por lo que creían y querían para todos.
Para los que no lo sepan, el Plan u Operación Cóndor fue un acuerdo macabro para acabar con los opositores a las dictaduras latinoamericanas, con relación y peso directo de los EE. UU. Ocurrió entre los años 1970 y 80. Era el tiempo en que millones de niños latinoamericanos veíamos interrumpidos los programas de televisión infantiles por algún “aviso importante para la ciudadanía: ¿Sres. padres: saben dónde está su hijo en este momento?”, tiempos en que había cosas difíciles de entender, que el tío Juan, la tía María, un hermano, papá o mamá “se hayan ido de viaje” repentinamente. Tiempos en el que aprendíamos forzadamente palabras nuevas: subversivo, rebelde, secuestrado, atentado, represión.
Recuerdo durante una entrevista con una señora mayor ya, bailarina folclórica paraguaya, quien había gozado de las bondades de giras artísticas recorriendo el Paraguay, EE.UU. y Europa; tanto alababa aquellos años que indefectiblemente entramos en la época. Ante mi pregunta de su sentimiento por el dictador, me dijo: “En esa época lo veíamos bueno… pero es que muchos no sabíamos lo que él hacía…”.
En Argentina con este juicio a militares represores, se ha removido la médula de una guerra que aún guarda miles de cadáveres sin nombre. Independientemente de la línea política de turno, los que sufrieron y sobrevivieron no se callan, se pueden encontrar testimonios muy fuertes.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Este enjuiciamiento histórico a responsables de tantos desaparecidos y asesinados busca justicia por los muertos y por la paz de las próximas generaciones.
“Cállense, que los zurdos también mataban y asesinaban”, es el argumento de galera que algunos sacan a relucir, como si aquí se tratara de ganar o perder en una discusión estéril. Todos perdemos con los extremos. Que no nos paralice el fanatismo; la justicia trasciende cualquier ideología cerrada, mezquina y manipuladora, la justicia debe ser concebida sin partido político.
Nos toca a todos, principalmente los que crecimos en esta época, no olvidar y crear conciencia, rescatar testigos para imitar este juicio en Paraguay, donde los casos están archivados terroríficamente desde hace 20 años.
lperalta@abc.com.py