La importancia del regalo

Navidad y Año Nuevo son fiestas tradicionales e ineludibles. La marea de ofertas comerciales es parte de nuestra vida socioeconómica. No hay negocio donde no encontremos objetos alusivos. Compramos para renovar, para regalar, para darle un toque diferente a nuestra casa, a nuestra hostigada vida de ciudad. Los regalos traen siempre un significado, una petición de parte nuestra hacia el que recibe; en la misma medida, hemos de saber tomar los obsequios que nos dan.

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Me contaba una mamá, muy propensa a dar regalos, que su hija de 4 años le dio un presente en Navidad que jamás olvidó. “Fue algo que hasta hoy me hace reflexionar antes de regalar algo a mis seres queridos”. Cuenta su historia que en uno de esos días de trajín navideño, con las mil ocupaciones de la casa, su hijita no se le despegaba, y ella trataba de no perder la paciencia “por llegar con todo perfecto”. En un momento, mientras cocinaba, lavaba los platos, atendía el teléfono y cuidaba de la nena (todo a la vez), escuchó fugazmente una vocecita que le decía: “Este es un regalo para vos”. Aquellas palabras quedaron registradas en algún lugar de la memoria de la ocupadísima madre. “Bueno, mi amor, está bien… andá a jugar ahora”, alcanzó a responderle mientras continuaba a toda máquina. El día siguiente fue igual de apresurado, la niña le preguntó si le había gustado su regalo. “Yo no recordaba que me hubiera dado nada, pero le respondí que sí, que me encantó y le di un beso”. Se acercaba el día de Navidad y fueron juntas al supermercado, compraron regalos para papá, los abuelos y las tías. Por la mañana, la mamá juntando la ropa sucia, tomó un pantalón suyo y al revisar los bolsillos encontró un paquetito envuelto precariamente con papel de regalo gastado y un moño que no combinaba. Lo abrió y descubrió una piedra tomada del patio. Ese era el regalo que la niña había puesto en su pantalón aquel día. “Ahí rebobiné todo, y como por arte de magia aquella piedra común y corriente se convirtió en un diamante para mí. Ella seguramente me vio muy ocupada y quiso alegrarme. Se me humedecieron los ojos y fui a buscarla para abrazarla y besarla. La miré de atrás, estaba sentadita en el suelo jugando en la sala. Le dije cuánto me gustaba aquella piedra. Pasaron años y todavía la conservo”.

Los regalos no necesitan ser costosos en dinero, depende de quién vienen y qué mensaje traen. Algunos son materiales, otros son abstractos, algunos son mero compromiso, otros nacen del corazón. “Desde aquel día y para siempre pensé mucho antes de regalar compulsivamente como lo hacía, por cumplir, por obligación, a veces ni siquiera sentía, pero terminaba comprando cualquier cosa”.

Hoy no sé si me va tan bien eligiendo, creo que sí, no tanto porque acierte con el obsequio material sino porque priorizo el sentimiento y la manera en que los “pongo en cada bolsillo”.

Esta próxima Navidad, a pesar de los tiempos difíciles que nos toca vivir, hagamos que abunden los presentes que expresan sentimientos sinceros, como quiere Dios hecho niño, de amor y paz. Nunca perdamos la esperanza.

Dice el escritor francés Guillaume Muss: “A veces la vida nos hace regalos cuando ya no los esperamos”.

lperalta@abc.com.py

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