La indignación necesaria

El Evangelio afirma: “Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos”, justamente porque los dos apóstoles pedían lugares de destaque en el Reino de Jesucristo. Con tal pedido, y el Maestro lo aclara perfectamente, ellos no habían entendido la misión de Jesús, ni tampoco la tarea de un seguidor suyo.

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El deseo de ser importante dentro de la empresa, de la institución, de la Congregación y del país es algo fuerte en el ser humano. Sin embargo, los criterios de “ser importante” casi siempre son egocéntricos y arbitrarios, es decir, no interesa tanto el servicio a los demás, sino que uno sea figureti y disfrute de muchos privilegios.

La reacción de los otros diez apóstoles refleja el sentimiento de muchas personas delante de esta búsqueda de beneficios personales, a cuesta del esfuerzo de todos: se indignaron.

Seguramente, hay una indignación necesaria que se debe mostrar delante de los interminables abusos que se dan en la sociedad, venga de donde venga. Parece una película de terror lo que se sufre con la corrupción impune, con el despilfarro de recursos públicos, la explotación del ser humano más vulnerable y de tantas otras situaciones que escandalizan y deprimen.

Jesús también se indignó con los vendedores del templo y tomó una actitud concreta: con un látigo los expulsó. Hoy enseña que aquellos que gobiernan suelen dominar al pueblo como su dueño, pero entre sus amigos no debe ser así.

Nosotros, cristianos, no podemos estar tan pasivos delante de los atropellos que se realizan contra el bien común, sino que tenemos que manifestar en las calles una justa indignación, aunque sin violencia, ni tampoco vandalismo.

Asimismo, hay situaciones indignantes dentro de las familias, como la pornografía por internet, el adulterio, el descuido con el estudio de los niños y jóvenes y el derroche bobo de tiempo. Los otros miembros de la familia no pueden callarse eternamente, pero deben llamar a un diálogo honesto y transformador.

La indignación razonable delante de los abusos y atropellos hace crecer a una persona, pues indica que sabe discernir lo que pasa, sabe reaccionar (sin violencia, ni vandalismo) y tiene valor para unirse a otra gente, formar comisiones, y luchar contra estos desmanes, sean de orden público o privado.

Finalmente, en este domingo celebramos el Día Mundial de las Misiones, y todos debemos ser “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.

Los discípulos y misioneros saber suscitar una justa indignación contra los caciquismos de la sociedad.

Paz y Bien.

hnojoemar@gmail.com

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