La invitación está hecha

Quiero que me acompañen a mirar al Paraguay de 20 años atrás.

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Una economía pequeña, un PIB de 7.000 millones de dólares, dependiente de la agricultura y la ganadería en gran medida, una crisis con default selectivo y una deuda externa mayor al 40 por ciento. Nuestro país contaba con un sistema financiero colapsado, un nivel de pobreza mayor al 50 por ciento, con inestabilidad social y una clase media casi inexistente.

Ahora les invito a mirar al Paraguay de hoy.

Una economía casi seis veces más grande y diversificada, con un PIB de 40.000 millones de dólares (2018) y un crecimiento promedio de 4,5 por ciento acompañado de reducción de pobreza.

Pasamos a ser tratado como un país de grado de inversión por los mercados internacionales, a reducir la deuda externa del 52 al 20 por ciento del PIB, a duplicar la clase media.

La pobreza logramos reducirla de un 58 por ciento de la población a menos de 26 por ciento. Y el sector privado creció como nunca; inversiones de 50-100 millones de dólares hoy, son usuales.

¿Y todo este desarrollo económico para qué? Propongo que este crecimiento económico, complementado con las reformas estructurales adecuadas, puede y debe contribuir al bienestar y la felicidad de los paraguayos.

Pareciera que estamos hablando de dos países enteramente diferentes. Por ello, pregunto: ¿Qué hicimos bien? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentamos hoy?

No es que las reformas del pasado no sirvieron, simplemente no son suficientes para lograr un crecimiento sostenido. Hubo un punto de no retorno y un salto, entre ese Paraguay de hace 20 años y el de hoy, gracias al alcance de una consolidación macroeconómica debido al compromiso de las autoridades a lo largo de este tiempo. Entonces hoy día, ¿por qué no podemos dar un nuevo salto hacia reformas estructurales?

Estas reformas de segunda generación, que estamos impulsando desde el gobierno como la reforma en salud, educación, la introducción de un gobierno electrónico, la mejora de la matriz salarial, la creación de un fondo de estabilización, la fuerte lucha contra la corrupción y evasión, la mayor seguridad, la renegociación exitosa de Itaipu, un esquema de APPs en marcha y la provisión de mecanismos para abordar nuestras problemáticas en sectores rurales desprotegidos, apuntan a un crecimiento y desarrollo sostenido y a abocarnos a brindar a nuestros ciudadanos lo que todo individuo y sociedad desea: bienestar y felicidad. La economía debe estar al servicio de la gente, no la gente al servicio de la economía.

Estas reformas son complejas, pero tienen el potencial de transformarnos en una economía con un desarrollo sostenible que ubica a los paraguayos en el centro y logre su bienestar integral. Construyendo sobre lo que funciona, estas reformas están orientadas a consolidarse no solo en la disciplina monetaria y fiscal, sino en planes a corto y largo plazo, complejos pero cumplibles, concretos y medibles.

Todos tenemos la responsabilidad de participar, porque el beneficio será para todos. Así como hoy disfrutamos de este activo que es la estabilidad macroeconómica, inserto en nuestra conciencia con orgullo y a la envidia de otros países, también debemos internalizar la necesidad de dar ese salto hacia las reformas de segunda generación enfocadas en la calidad de vida de la gente, en el bienestar individual y social que todos deseamos.

Entonces, ¿cómo decir que no a una mejor salud y educación para nuestros niños?

Con este ejercicio de recorrer el pasado, el presente y el futuro, no me quedan dudas que, con nuestro compromiso, arduo trabajo y el diálogo constructivo con la ciudadanía, podemos implementar estas reformas e incrementar el bienestar de los paraguayos.

Ya demostramos hace 20 años que pudimos cambiar la dirección para mejor, entonces nada nos detiene hoy. Finalmente, de eso se trata el progreso, los agentes de cambio de hoy no sólo somos responsables del presente; sino más aún, de lo que hacemos para el mañana.

¿Qué estás haciendo vos, desde dónde estás, para sumar? La invitación está hecha.

(*) Ministro de Hacienda

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