La morcilla envenenada

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SALAMANCA . Los referendos han terminado siendo, con mucha frecuencia, una verdadera morcilla envenenada que finalmente es servida en el plato de quienes los convocaron. Si no es así, pregúntenle a los alemanes quienes en un referéndum llevaron al poder a un tal Adolfo Hitler, cuya historia y final todos conocemos muy bien. Y lo lamentamos.

Algo parecido acaba de sucederle al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, con el referéndum que convocó para que su país le diera el visto bueno al Tratado de Paz que acaba de firmar con la organización criminal FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). El pueblo le dijo “No” y ahora solo le queda de consuelo el premio Nobel de la Paz.

En mi artículo anterior me referí a la presencia del presidente Horacio Cartes en Cartagena de Indias donde asistió a un acto solemne que reunió a más de un centenar de jefes de Estado, jefes de Gobierno, embajadores, enviados especiales, monarcas europeos en el que se firmó dicho acuerdo. Decía en esa ocasión que ojalá que Cartes viera no solo los oropeles de la ceremonia, sino que además sacara consecuencias de lo que significa tener un grupo armado dentro del país, fuera de todo posible control. Cincuenta años de lucha, miles de muertos, miles de heridos, miles de lisiados para toda la vida. A esto puede conducirnos si su gobierno no se toma en serio la lucha contra ese otro grupo criminal llamado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

El “No” que le dijo la ciudadanía a su Tratado de Paz no se agota en este referéndum. Quedan enfrente muchas lecciones de las que debemos aprender todos, no solo los colombianos. Quienes votaron por el “No” dijeron que no es un “No” a la paz, sino un “No” al Tratado. Les parece que los guerrilleros han recibido en ese documento, favores que no se merecen. Quieren, sí, un Tratado de Paz pero que sea realmente justo y que se recuerde a las miles de víctimas.

Es llamativo que las zonas más golpeadas por la guerrilla han votado “Sí“, mientras que las regiones más alejadas del conflicto han votado “No”. La diferencia no ha sido significativa. Lo que sí es significativo es que el presidente Santos tiene enfrente a un país que se encuentra dividido en dos, un país partido por la violencia y por el odio. ¿Se sumergirá de nuevo en la violencia? ¿Lograrán, por fin, salir de ella?

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La otra conclusión y que nos toca de cerca es que la lucha armada marxista como medio de llegar al poder para implantar su ideología ha resultado ser, en todas partes, un rotundo fracaso. Ese camino no conduce a ninguna parte. Esto, sin entrar a considerar que el “comandante” de la guerrilla utiliza como nombre de batalla Timochenko, copiado tal vez de Semión Konstantínovich Timoshenko, el militar de mayor graduación ruso cuando la invasión de las tropas alemanas a la Unión Soviética. La paradoja se da en que Timochenko es un apellido de origen ucraniano, una región del planeta que se sentiría muy feliz de ver a Vladimir Putin, el reconstructor de aquella URSS, sobreviviendo en la misma chabola en que sobrevivió el escritor Aleksandr Solzhenitsyn y que retrató en su famoso libro “El archipiélago gulag”.

El “No” también significa el mentís más sonoro que le ha dado el pueblo a quienes justificaban los horribles crímenes asegurando que estaban luchando para liberar al pueblo de la opresión del capitalismo, de las oligarquías y, cómo no, del imperialismo. Todo esto no es más que simple palabrería, ya que las víctimas de esa violencia no fueron los banqueros de Bogotá o Medellín, sino los campesinos que tratan de sobrevivir en las regiones más remotas, en condiciones muy duras. Y ahora se les pide que perdonen a sus victimarios. Días antes del referéndum, se publicaron fotografías de zonas rurales en las que muchos campesinos llevaban una camiseta con la inscripción: “Las víctimas sabemos perdonar”. ¿No es acaso lo mismo que nos toca vivir en este momento?

Debemos convencernos de que no somos diferentes a los demás. Pertenecemos todos a la misma aldea (y no hablo de internet) donde todos experimentamos los mismos sentimientos, los mismos miedos, los mismos deseos, los mismos sueños. Miremos, pues, a nuestro alrededor y aprendamos de las experiencias ajenas. Así se evitarán muchas tragedias y muchos odios.

jesus.ruiznestosa@gmail.com