La neblina y otros problemas de gobierno

El calibre de los candidatos que se plantearon para integrar la mesa directiva del Senado para el período 2016/2017 revela claramente que en esa disputa, más allá de los nombres, estaban en juego otras cuestiones más trascendentes.

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El presidente Horacio Cartes se jugó en esta disputa, pero no pudo evitar una derrota política que pone límites a su influencia. Sus efectos en los planes y en la gobernabilidad que precisa hasta la finalización del mandato se harán sentir en progresión creciente.

Los nombres de los senadores liberales Ramón Gómez Verlangieri y Roberto Acevedo no son los que normalmente uno vincularía a una disputa por el máximo cargo en el Congreso. No tienen, dentro mismo de su partido, el peso ni el prestigio ni otras virtudes visibles. Sin embargo, las circunstancias los pusieron en el centro de la escena y Acevedo, un candidato que hace 48 horas no estaba en boca de nadie, es el nuevo presidente del Poder Legislativo.

La coyuntura adelantó en el Senado una antinomia que, posiblemente, se irá agudizando en estas semanas en todos los espacios políticos: cartismo versus anticartismo. Ya no importa que el candidato sea Cartes. Bastará con que él le dé su respaldo o que simplemente la opinión pública perciba que es “su” candidato.

En el episodio del Senado, se puso de manifiesto que el Mandatario perdió capacidad de hacer acuerdos que trasciendan a sus reconocidos fieles (por la razón que sea) y también la de lograr mayorías circunstanciales convenciendo, por vía de ofrecimientos, a dirigentes de otras carpas políticas. Más preocupante aún, para él, es que haya evidenciado tener una percepción errada sobre los alcances de su poder e influencia.

No se trató solamente de la neblina que, según Gómez Verlangieri, evitó que pudiese despegar la aeronave que traería al senador Acevedo desde Pedro Juan Caballero hasta Asunción y lo privó de un voto clave.

Había cuestiones políticas más urticantes. Como el voto del senador colorado Luis Castiglioni a un liberal para que presida el Senado. ¿Podía un dirigente colorado con pretensiones de ser candidato presidencial en 2018 dar un paso que posteriormente tendría un alto costo político para él? Para Cartes, empeñado en derrotar a los disidentes, era una cuestión insignificante.

El resultado del Senado, entre otras cosas, deja al Mandatario muy dependiente de la Cámara de Diputados, en términos políticos. Estará obligado ahora a prestar más atención a sus correligionarios, “por si las moscas”.

No obstante, el empeño que ponga en tenerlos contentos puede igualmente resultar en vano. Los avatares del quehacer político podrían, de todas maneras, hacerle perder, a mediano plazo, el respaldo supuestamente sólido que tiene ahora en esa cámara.

Lo ocurrido en la Cámara Alta ratifica algo que se sabía desde que Cartes inició su mandato. Cuando debe decidir sobre candidaturas o cargos que dependen de su elección no se decanta necesariamente por un candidato colorado. Tampoco pone en primer lugar los siempre difusos “intereses del partido”.

La derrota del oficialismo en el Senado revive, impulsa y consolida una resistencia interna al cartismo, que había quedado maltrecha luego de las internas de hace un año atrás. El copamiento del cartismo en las instituciones públicas, que parecía incontenible, tuvo ahora un freno abrupto.

Como pasó en el Senado, puede que para enfrentar y derrotar políticamente al Mandatario no se necesiten nombres de peso. Especialmente, en la medida que él siga sin encontrarle la vuelta a esto de consensuar y gobernar, que cada vez le resulta más complicado.

mcaceres@abc.com.py

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