La necesaria tolerancia

La actitud asumida por el diputado del Partido Encuentro Nacional (PEN) Hugo Leandro Rubín Godoy, que hizo despedir a un periodista del medio de comunicación de su familia, por la “osadía” de cuestionar una posición suya en su calidad de legislador, muestra un nivel de intolerancia y autoritarismo muy cuestionable en alguien que ostenta un cargo por voluntad popular.

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Son varios los legisladores de nuestro país que no tienen conciencia de que al asumir un cargo público como el que ostentan están a merced de las críticas de cualquier ciudadano o ciudadana por lo que hacen o lo que dejan de hacer.

La declaración de Rubín, admitiendo abiertamente que el despido del trabajador se debió a que lo había criticado en una red social, demuestra que, si pudiera y si estuviera en sus manos, tomaría represalias contra cualquier persona, sea periodista o no, que lo cuestione por su actuación como parlamentario. Aparentemente, considera que él es infalible.

De hecho, no es la primera actitud de este tipo de Rubín. Hace unos meses atrás discutió con la periodista de un diario en los pasillos de la Cámara de Diputados y eso motivó que el legislador llamara a ese medio y pidiera, infructuosamente, que la trabajadora de prensa fuera sacada de la cobertura parlamentaria. El problema fue que ella no dependía económicamente de su familia.

Uno de los aspectos funestos en cualquier régimen autoritario es la discriminación y la intolerancia que existen. Quienes hacen votos de fidelidad y obsecuencia al régimen de turno son premiados con cargos, dádivas y todo tipo de ventajas. Los que no están “a favor” son ignorados o, inclusive, perseguidos, apresados, torturados o exiliados.

En esta democracia nuestra, algunos personajes que tienen poder político parecen creer o al menos se manejan como si vivir en una sociedad libre significase que cada uno pudiese hacer lo que se le venga en gana: repartir cargos a sus familiares y amigos, hacer pagar viajes de placer a países del mundo, cobrar sobresueldos, recibir coimas, perseguir a las personas que consideran enemigas o que simplemente no les caen en gracia.

Hay un viejo dicho que dice que para conocer a las personas solamente hay que darle poder. Es posible que muchos de quienes critican actitudes arbitrarias de algunas autoridades se vean tentadas de hacer exactamente lo mismo en caso de tener la posibilidad de ser impunes.

La decepción y el hartazgo ante hechos de corrupción que salpicaron a gran cantidad de dirigentes políticos de nuestro país hicieron que buena parte de la ciudadanía optase por elegir en los últimos años como autoridades a algunas personas cuyo mérito principal era el hecho de ser gente conocida, especialmente por su presencia en los medios de comunicación.

A esta altura, algunos de ellos han demostrado no solamente su inexperiencia y falta de conciencia sobre su rol y su responsabilidad como dirigentes, sino también un peligroso y lamentable manejo del poder muy cercano a las prácticas del autoritarismo tan cuestionadas.

En un sistema democrático existen reglas generales con las cuales manejarse para ser respetuosos con nuestras diferencias. Una de esas reglas es la tolerancia. Y quienes fungen de autoridades políticas deberían ser los primeros en dar el ejemplo.

mcaceres@abc.com.py

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