La patria de todos los días

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Las emociones desbordadas son comunes cuando demostramos nuestro amor al país donde nacimos. Lo he escuchado muchas veces, por más mal que esté la tierra de uno, hay un sentimiento profundo que permanece inamovible y se exalta en las fechas especiales. La patria, sin entrar en otras definiciones, es el lugar donde nacimos y crecimos, la infancia nos marca el sentido, ella es la que nos recuerda lo que solo podemos compartir con los viejos amigos y con otros de la misma generación. Hay patrias también por adopción, lugares donde hemos formado pareja, donde nacieron nuestros hijos, donde conseguimos trabajo, desarrollamos una vida.

El fin de semana hubo fiesta en la ciudad conmemorando la Independencia del Paraguay. Detrás de esta fecha hay mucho para analizar en el sentido sociopolítico, económico, incluso sentimental. Muchos se colocaron la insignia y pusieron banderas a flamear en los frentes de sus casas, negocios, instituciones. Pero después de la farra la patria sigue. Soy de los que creen que no puede haber una patria grande sin una chica fortalecida, es decir, no podemos soñar con un país que se defienda a sí mismo de las amenazas externas si no está seguro de sí mismo.

Tal como el cuerpo humano, un país tiene sus partes internas e íntimas, cosas que no compartimos con otras patrias. Hay lenguajes, códigos que otros no pueden comprender porque están enraizados en las costumbres y tradiciones. Recuerdo que una vez compartía unas mandarinas con amigos en un país lejano, y dije: “Qué bueno sería tomar mandarinas en el sol”. Como hacía frío, ellos me miraron sin comprender, explicándolo hubiera perdido su encanto.

Pero para que exista el justo disfrute de las bondades han de existir las cosas no tan buenas para que podamos elegir ser honestos e íntegros. Esta elección es la que nos hace patriotas de feria o patriotas comprometidos. En el cuerpo de la patria hay muchos dolores y enfermedades que sentimos cada vez más. Cuando vemos pobreza, no solo la material, aunque es la principal generadora de muchos otros males, es cuando debemos tratar de interpretar cómo está nuestro país. No hay que ver solamente desde la propia realidad, eso es egoísmo.

El patriota no contradice la realidad ni sus raíces, al contrario, es crudo en sus análisis.

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Y no olvidemos mencionar a los extranjeros. Valoremos el ejemplo que nos demostraron siempre los inmigrantes que eligieron vivir en Paraguay, llamativamente ellos parecen comprender más claramente los problemas de nuestra sociedad y lo demuestran con su trabajo y su respeto hacia los demás. Contraria y dolorosamente cuántos paraguayos nativos buscan el lado torcido, el facilismo, encuentran tonto respetar las normas y las leyes. Eso está lejos del patriota.

Orgullo y rememoración por la Independencia del Paraguay, el Palacio de López ataviado con colores alusivos, la danza, la artesanía, el arte nacional, de todo hubo en el festejo, pero esta fiesta debe continuar en obras concretas, reclamos, unidad, una nuestra mentalidad por la justicia y la paz social, económica. Delincuentes orondos ocupando “palcos de honor” ya no, basta de estas burlas a la ciudadanía.

Los millones de compatriotas que sufren miseria y exclusión, ¿qué amor a la patria pueden sentir?

Les dejo, como una flor, una frase simple y completa: “Nadie es patria, todos lo somos” (Jorge Luis Borges).

lperalta@abc.com.py