No voy a hacer un tratado sobre la plaza, monumento patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO, sino hacer referencia a un espacio que es común en los países de la cuenca del Mediterráneo como una herencia del Ágora griego, el Ágora ateniense, ese espacio público adonde iban los ciudadanos a discutir los problemas relacionados con el manejo de la ciudad. Allí fue donde nació la democracia.
Los sistemas democráticos –y a esto es lo que voy- tienen espacios que facilitan la reunión de la gente. Lugares en los que los ciudadanos puedan encontrarse, hablar, discutir si es necesario, reconocerse. Los sistemas dictatoriales hacen todo lo contrario. Lo primero que hacen es evitar que la gente se encuentre, que hable entre sí, que intercambie opiniones, que se reconozcan a través de las actividades cotidianas. Se da no solo en el gobierno de los países, sino también en el manejo de otras instituciones como la universidad, los colegios y similares. Recuerdo que en la época de la dictadura, ese edificio notable que era el Colegio Experimental Paraguay-Brasil durante el día y a la noche Facultad de Filosofía de la UNA, un edificio nunca debidamente valorado, fue alterado en su concepción original, y la primera planta, ese espacio enorme, acotado por columnas, fue roto en pequeños espacios. Con el pretexto de que se necesitaban aulas el espacio se fragmentó de manera significativa.
Esto viene a propósito del gobierno municipal de Asunción que procede de la misma manera. El espacio público de la Avenida Quinta fue alterado con la construcción de unas casillas esperpénticas para “alojar a vendedores ambulantes”. Y a continuación, acabo de leer que en la Costanera, otro amplio espacio público, los vendedores ambulantes que fueron autorizados a poner su pequeño quiosco durante el verano, ahora no quieren abandonar el sitio. Como es más cómodo, la Municipalidad mira hacia otro lado. Cuando se quiera sacarlos de allí, ya tendrán formado su sindicato, alegarán que lo ocupan desde hace mucho tiempo, que el derecho adquirido y las mismas frases hechas que ya conocemos. Pronto ese espacio público habrá desaparecido, invadido por los puestos ambulantes. Ahora venden comida, pronto venderán artesanía, luego ropa, luego productos comestibles traídos de contrabando de Clorinda. Mario Ferreiro asumió el cargo como representante del tradicional Partido Febrerista (partido de tinte socialista) en el que su padre hizo tantos méritos y se distinguió por su trabajo político. Ahora el heredero ha demostrado que la ciudadanía le importa un cuerno y si los ciudadanos quieren reunirse pues que busque algún espacio en el extranjero.
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