Con el tiempo, esta integridad varietal fue perdiendo pureza, y se incrustaron en el ADN paraguayo un montón de cromosomas exóticos, y el linaje se vio mixturado por un montón de sangre para que el Paraguay tuviese el tuneado diversificado que hoy presenta.
Llegamos hoy a unos casi 7 millones de habitantes –cantidad que nunca se sabe exactamente–, y no solamente hay mezcla de sangre, sino también un revoltijo de caracteres de diversa índole. Voy a descartar a los descendientes japoneses, ucranianos, italianos, franceses, alemanes, de otras naciones, los menonitas, brasiguayos y pocos paraguayos de verdad que están en otra frecuencia y son los que mucho aportan para que el Paraguay procure dejar de pertenecer a la categoría de republiqueta.
Muchos criollos netos y natos del Paraguay parece que solo nacieron para perjudicar a este país. Lo maltratan y lo tratan de lo peor. El Paraguay recibe de sus genuinos hijos la basura que le tiran en cualquier parte de su territorio, y ya no se sabe si este es el país de la basura o una basura de país. No hay empresas viales que construyan una ruta asfaltada ni como para que durante el viaje prestemos atención a una buena música desde el tocacedé; para eso se tiene la colaboración de los animales vacunos que pululan en las rutas.
Están los que deforestan hasta parques nacionales y reservas boscosas privadas, los que invaden propiedades en nombre de la pobreza y el nacionalismo, estimulados por los políticos partidarios populistas e ideólogos de las incursiones corsarias.
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Están los líderes campesinos que, desde hace casi 20 años, tienen el mismo discurso y ni con una condonación general de deudas en épocas del presidente González Macchi (28-03-1999/15-08-2003) nunca progresó la agricultura familiar. Hoy se pregona otra condonación que, en total, son unos 600 millones de dólares que dejarán de circular entre los paraguayos. El pueblo pide ser condonado, y en breve serán condenados para retirar motos, celulares y electrodomésticos a créditos.
Jamás verán en el Paraguay desfilar sin ton ni son, gritando cualquier cosa, clamando condonaciones, engrosando manifestaciones ni cerrando calles y avenidas capitalinas para pedir desde condonaciones hasta no al pago del agua y la electricidad a los productores campesinos de origen japonés, alemán, italiano, a brasiguayos, ucranianos y menonitas.
En la familia paraguaya el campesino le tiene a la Madre Tierra como mamá, a papá Estado como padre, y se completa la familia con los hijos que parieron. No todos los campesinos forman parte de esta enorme familia. Están los descarriados y mal criados que trabajan, los respetuosos que pagan sus deudas, los que saben elegir autoridades, los que rechazan los podridos arbitrajes partidarios y los que merecen ser asistidos y ayudados.
La sagrada familia paraguaya también tiene como miembros carnales a ministras que pagan millones por un miserable cocido y por sus empleadas domésticas que cobran remuneraciones y viáticos por sus sesudos cursos electorales.
Lastimosamente, la familia paraguaya no es como la Sagrada Familia católica, ya que la criolla tiene estrecha consanguinidad con todos los sinvergüenzas del Paraguay...