La selección

Horacio Cartes consiguió para los colorados lo que la ANR no hubiese logrado por sí sola: el retorno al poder, apenas un período después del paso a la llanura en el 2008. Para ello el actual presidente dio un corte a la tradicional interna partidaria caracterizada siempre por el canibalismo político y que dejaba un tendal de heridos aunque pronto recuperados por instinto de poder.

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El precio de la paz partidaria, que al parecer fue muy bien retribuida, fue la exigencia de Cartes para que lo dejen actuar con las manos libres, algo que ya se pudo percibir durante la campaña electoral.
Una de sus promesas electorales fue que el coloradismo gobernará para todos, no solamente ya para los colorados, pero como todo compromiso electoral sus palabras pecaron entonces de falta de credibilidad. Lo mismo sucedió después del triunfo cuando prometió una “selección nacional” como gabinete.

El nuevo presidente es posiblemente el causante de la ansiedad colectiva que experimentó el pueblo colorado en los últimos meses, al negarse tercamente a revelar los nombres de las personas elegidas para integrar el gabinete. Si bien los principales líderes colorados se vieron en la obligación de renovar a cada rato su voto de confianza al entonces presidente electo, la ansiedad ya se convirtió en una demanda discreta de que el grupo de ministros cuente con algunas figuras partidarias.

Es que el Partido Colorado también consiguió para Cartes lo que él nunca podría lograrlo solo –ser presidente de la República–, sin el apoyo de esta agrupación política.

Finalmente, la integración del gabinete, aunque no pueda considerarse una “selección nacional”, es un grupo elegido mediante el criterio resultante de la conjunción de currículum y capacidad para la gestión pública, donde las que menos pesaron son la afiliación y la militancia partidarias.

Es comprensible el disgusto de “las bases” partidarias con el presidente Cartes por tratarse de la opinión pública de un partido que durante décadas y centuria consideró el Estado y el Gobierno como propiedades del partido. De ahí también proviene la ira en contra del ministro del Interior, Francisco de Vargas, que al parecer ni siquiera es afiliado al PLRA.

Igual o peor enojo se hubiera visto si el ministro de Defensa fuera un opositor. Es que durante décadas de dictadura stronista, la tríada de poder estaba dada por Gobierno-Partido Colorado-Fuerzas Armadas, a las cuales se debían sumar Poder Judicial, Policía y Administración Pública.

Sin embargo, los colorados deberían agradecer que exista un ciudadano interesado en procurar que la ANR se aggiornase desde el ejercicio del poder con una nueva concepción, mucho más aproximada al estándar de exigibilidad ciudadana de estos tiempos, con los componentes de pluralidad, apertura y transparencia.

Si bien es cierto que el Partido Colorado se muestra hoy imbatible en los comicios frente a otros partidos y movimientos, la tendencia es que los procesos de urbanización y avance de las demandas sociales vayan empujando a los ciudadanos hacia otro tipo de organizaciones políticas, desechando los antiguos y obsoletos partidos tradicionales. De hecho, en algunos países, ya no existen.

Es probable que la “selección nacional” fracase en su gestión y que un sector de los colorados inclusive celebren esa situación, como es probable también que tenga éxito.

Si fracasa será responsabilidad ineludible del presidente y su gabinete, siempre y cuando el eventual fracaso no fuere resultado de una conspiración silenciosa del pacto azulgrana. Pero si triunfara, será un logro de la clase política, de colorados y sus aliados, porque tal como arrancó el nuevo gobierno, es un combate a varias cosas, pero fundamentalmente, es una batalla contra el prebendarismo estatal y la clientela política, algo sumamente necesario y saludable para la nación.

ebritez@abc.com.py

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