La sinergia del tren fantasma

SALAMANCA, España (Jesús Ruiz Nestosa). Acosado por problemas de mala organización y económicos, Bernhardt Förster solía refugiarse en el Hotel del Lago de San Bernardino. Había venido de Alemania con familias seleccionadas por él para fundar, en 1877, una colonia, Nueva Germania, en la que demostraría la superioridad de la raza aria.

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En una de esas huidas se encontró allí con un argentino que, según él, estaba trabajando en un gigantesco proyecto de construir un tren que uniría Argentina con Venezuela a través de la selva Amazónica. Förster se interesó en el tema y le contó los enormes problemas que tenía en la colonia por falta de vías de comunicación. El hombre le prometió que tendría en cuenta la situación de Nueva Germania en el momento de trazar el paso del ferrocarril por Paraguay.

Entusiasmado por esa perspectiva, Foerster se hizo cargo de todos los gastos del argentino: hospedaje, comida, tragos. Toda una semana a cuenta de la colonia Nueva Germania a la que regresó exultante con la noticia que pronto el tren iba a parar frente a la puerta de su casa y sus colonos iban a poder ir de compras a Buenos Aires o Caracas.

¿Hace falta que cuente cómo terminó la historia? De aquellos portentosos planes nadie volvió a hablar y posiblemente el empresario habrá regresado a Buenos Aires feliz de haber encontrado un ingenuo de la raza superior que le financió sus vacaciones en el Hotel del Lago.

La historia se repite. Acabo de leer que Lauro Ramírez, la persona que desde hace un mes ocupa la presidencia de Ferrocarriles del Paraguay (Fepasa) -que ya ocupó anteriormente- viajó a Argentina y México con el objetivo de promocionar el tren bioceánico, un tren que no existe, pues Paraguay no tiene servicio ferroviario. Reconoció que estuvo promocionando un tren fantasma pero en realidad su objetivo era “crear sinergias y contactos”. Según el diccionario de la RAE, “sinergia” significa “acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. Para ser claros y evitar los rebuscamientos, lo que el señor Ramírez dijo con términos tan difíciles, con mucha elegancia y diplomacia, es que viajó a Argentina y México, a cuenta del erario público, para tratar, como decimos en lenguaje de la calle, de “joderle a la gente”.

De qué tren “transoceánico” (esto quiere decir que tiene que ir del Atlántico al Pacífico) podemos hablar si no hemos sido capaces hasta ahora de habilitar una línea que vaya desde Asunción a Ypacaraí. Creo que son un poco más de treinta kilómetros de la antigua línea férrea trazada por los ingleses y que Stroessner, en un gesto de paraguayismo, la nacionalizó en los años sesenta para mandar el servicio a la quiebra.

Esto del “tren de cercanías” está al mismo nivel que los desagües pluviales de Mario Ferreiro. Está todo hecho: el proyecto, por donde va a pasar, el plan de financiación, las características que debe tener; es decir, no falta nada. ¿Por qué no se realiza? Lo más reciente de la historia es para no perdérsela: hay fuerzas ocultas que lo impiden. Lo dijo el propio Ramírez que nos iluminó con la noticia de que en todo el mundo el transporte ferroviario está en decadencia. Mientras tanto Japón está probando ya un tren que circulará a 400 kilómetros por hora. Y España, con el AVE (Alta Velocidad Española) está haciendo grandes negocios vendiendo sus trenes que corren a 350 kilómetros por hora, al mundo entero.

Foerster no estaba muy lejos de lo cierto. Nunca vio el tren pasar por Nueva Germania porque era un tren fantasma, invisible, como el que está tratando de vendernos ahora Lauro Ramírez, un tren que no existe, pero eso sí, con mucha sinergia.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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