La unidad granítica

SALAMANCA. “Hemos logrado la unidad granítica de Gobierno-Partido y Gloriosas Fuerzas Armadas”. La frase se repitió hasta el cansancio durante las largas décadas de la dictadura. Nadie se escandalizó, nadie la denunció, nadie se manifestó en contra, nadie dio la voz de alerta. Era la declaración más descarada de la misma fórmula que se aplicó en la Alemania nazi, en la Italia fascista, en la España franquista y en la Rusia soviética. No hay diferencias entre izquierdas y derechas. Todos los totalitarismo son iguales.

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Esta “unidad granítica” logró no solo apuntalar al régimen tiránico de Stroessner, sino que además hizo que las fuerzas de seguridad, tanto el ejército como la policía, pasaran de ser grupos armados destinados a defender el territorio nacional y la seguridad interna, a convertirse en el ejército y la policía de un partido político. Una prueba elocuente de ello es que la mayor parte del ejército estaba asentado no en las fronteras sino en Asunción y sus alrededores porque su objetivo no era defender el país de posibles ataques exteriores, sino velar por la seguridad de la silla del dictador. 

Con el derrocamiento de la dictadura, esta fórmula dejó de utilizarse pero en la práctica no perdió su vigencia. Las costumbres siguieron siendo las mismas sin que se lograra la formación de un ejército profesional, independiente de los vaivenes políticos, independiente del color del pañuelo de quien ocupaba Mburuvicha Róga que incluso llegó a convertirse en una seccional colorada más. Lo mismo sucedió con la policía, cuyo accionar está seriamente cuestionado hoy día después del asesinato del joven Rodrigo Quintana en el interior del edificio del Partido Liberal Radical Auténtico. 

En cuanto al grado de sometimiento de estas fuerzas ha llegado a niveles tales de degradación que aceptan la injerencia de personas ajenas a las cadenas de mando fijadas por la Constitución. Esta participación se ve en el cruce de llamadas de un gerente de la tabacalera propiedad del Presidente de la República o de abogados de empresas binacionales. 

Las consecuencias de estas perversiones del poder las tenemos a la vista: el cadáver de un agricultor menonita cuyo único delito fue su dedicación al trabajo, además de cinco personas secuestradas por el grupo criminal Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), que se ha apoderado del norte del país sin que nadie sea capaz de hacer absolutamente nada. Ante la falta de resultados, uno de los jefes de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) dijo que no tienen la posibilidad de “cubrir todo el departamento de Concepción y San Pedro”. Aceptación elocuente de la impericia del cuerpo. Cuando el general George Patton fue a enfrentarse (y derrotar) al mariscal Erwin Rommel no necesitó cubrir todo el continente africano. Con atacar sus puntos neurálgicos le fue suficiente. Y para salvar los muebles agregaron que se comprometen a “seguir luchando”. Pero la lucha ni siquiera ha comenzado, ya que ella comporta un enfrentamiento entre los combatientes que arroja un resultado: o victoria o derrota. Hasta el momento, los únicos derrotados han sido los integrantes de la población civil, la menos protegida, la más débil, la que tiene menor capacidad de reacción. 

El fracaso rotundo se debe a largos años de inoperancia en los que estos dos grupos permanecieron al servicio de un partido político: los unos (la policía) como elemento represivo apoyado por turbas enfurecidas que aportaba la seccional colorada de la Chacarita. Los otros (el ejército) como fuerza disuasoria a cualquier intento de derrocar al tirano. De manera más disimulada, las cosas no han cambiado, ya que siguen dependiendo de un grupo gobernantes corruptos e incapaces acantonado en Asunción, desde donde dirigen todos sus esfuerzos en violar cuantas veces sean necesarias la Constitución, para aferrarse al poder que le permite enriquecerse como nunca lo soñaron en su vida. Además de embriagarse con el uso y abuso del poder ilimitado, de mandar sin que nadie les ponga vallas. 

En uno de los sondeos que publica nuestro diario en su edición digital se pregunta si los actos de corrupción que se están destapando tendrán consecuencias de las próximas elecciones, y he respondido que no. Soy escéptico y pienso que no influirá para nada en los resultados. Como lo he dicho en numerosas oportunidades, algo hemos hecho mal y vamos apresuradamente a convertirnos en un Estado fallido. Lastimosamente.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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