La violencia y los liderazgos destructivos en el Paraguay

En el Paraguay estamos cada vez más embarcados en comportamientos cuyo objetivo es el daño a la persona humana o en la destrucción o el robo de la propiedad del otro. Es así como la mayoría nos hemos convertido en espectadores de crímenes cada vez más violentos, capaces de terminar con espeluznante facilidad con la vida de los demás. Lo peor es que estos hechos parecen no molestarnos y mucho menos nos duelen salvo que afecten a nuestros familiares inmediatos. No reaccionamos, quedamos como anestesiados, como si la vida desde luego no valiera nada entre nosotros. De hecho, podemos admitir con certeza que en el Paraguay el animal que más mata al hombre es otro hombre. Por lo tanto, es un problema humano creado por nosotros y que debe ser solucionado por nosotros.

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Para eso, debemos recordar que la agresividad es parte de la naturaleza humana y que toda sociedad organizada desarrolla mecanismos de control de dicha agresividad para facilitar la convivencia social. La falta de esos límites internos y externos, juntamente con la exposición constante a hechos violentos son capaces de llevar a una mayor predisposición a la violencia y a una disminución de la percepción del riesgo. Esta conducta, denominada temeraria, es muy frecuente en la población paraguaya que, a su vez, cada vez más tiene una baja expectativa de futuro y en ella ha aumentado enormemente el abuso del alcohol y las drogas desde muy temprana edad. Estas combinaciones son letales para crear las condiciones propicias para la violencia y no tiene ningún sentido hablar de que nos importa lo social cuando somos incapaces de tomar las medidas necesarias para corregirlas y de dimensionar las consecuencias en términos de costos sociales y, por qué no también, económicos de la violencia en nuestra sociedad. Indudablemente que estos costos son cada vez mayores y ya han sobrepasado nuestra capacidad para absorberlas.

El control de la agresividad es absolutamente necesario entre nosotros si queremos facilitar la convivencia social y disminuir el dolor y el sufrimiento de tantas víctimas. Para eso debemos recordar, antes que nada, que esta violencia nuestra de cada día se expresa dentro del marco que nuestra organización social lo permite y cuando esos marcos están descuidados por intereses mezquinos de nuestros gobernantes, más dedicados a la industria de la corrupción y la impunidad, terminamos fomentando la violencia y la inseguridad en nuestra sociedad.

Tanto la violencia individual como la colectiva pueden ser instrumentadas por algunos grupos para obtener ciertos beneficios económicos o algún poder. Otras veces, la violencia es también instrumentada por líderes instigadores con el claro propósito de producir daño o amedrentamiento y se convierten en verdaderos modeladores de conductas delictivas para una población con un alto nivel de obediencia a líderes destructivos.
Es importante recordar que la violencia es de esta manera aprendida.

Ante semejante situación social, los tipos de liderazgos, el poder y las ideologías se vuelven extremadamente importantes porque pueden tener un rol positivo para corregir este problema social o pueden por el contrario empeorarlas como pasa en el presente. Es por eso que necesitamos desesperadamente liderazgos constructivos que traten de sanar las profundas heridas de nuestra sociedad producidas por la inseguridad, haciendo cumplir las normas de convivencia con firmeza y convicción para no seguir permitiendo el daño entre nosotros.

victor2343@gmail.com

*Médico Especialista Diplomado del Consejo Americano de Neurología y Psiquiatría


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