Y seguirá así…
Dos décadas atrás, el país latinoamericano con las mayores reservas de petróleo del mundo sobrevivía en medio de la corrupción, la desigualdad social y pobreza con sucesivos gobiernos conservadores.
El último en caer fue Carlos Andrés Pérez, a quien le fueron sucediendo un par de políticos hasta 1993 cuyas actuaciones sirvieron en bandeja para que el chavismo –socialismo con fuerte influencia militar– se instale en el poder y observemos hoy cómo el heredero de Chávez, Nicolás Maduro, oprime a su pueblo, empujándolo al abismo.
Hoy, todo lo que no comulgue con la doctrina del “Simón Bolívar” de Maduro es censurado.
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El drama humanitario es tal que solo quien “vive en un termo” podría no ver con indignación lo que sucede en Venezuela, un país que, como todos en la región se vio beneficiado de los buenos precios de materias primas en el mercado mundial durante la primera década de este siglo, lo que le permitió obtener millonarias divisas, pero que luego terminó despilfarrada para sostener la clientela política, no solo a nivel interno, sino también a escala internacional. Los petrodólares de Chávez se volvieron muy famosos y apetecibles. Incluso en el Paraguay.
Pero todo ese derroche de riqueza escondía un oscuro fin: servir de camuflaje a un supuesto socialismo que hoy muestra su rostro más cruel. Una dictadura que genera drama de refugiados, migrantes y solicitantes de asilo político; crisis humanitaria, por hambre y carestía extrema de insumos básico; presos políticos por decenas, persecución a las voces disidentes y prensa crítica. La crisis del país petrolero ya no es solo de los venezolanos. Impacta en gran parte de la región. Más de 2,5 millones de migrantes decidieron huir de su país por la represión y el hambre. La cifra, según estimaciones de organizaciones internacionales, tiende a duplicarse en 2019.
Para las naciones democráticas sudamericanas, la agudización del drama migratorio es el foco más preocupante de todo el colapso venezolano. Pero la comunidad internacional debe avanzar más y no solo mostrarse como una convergencia de intereses. El aislamiento como táctica tendrá su resultado a largo plazo, aunque el pueblo venezolano no da más.
¿Qué paso más está dispuesto a dar el grupo de Lima o la comunidad internacional? Congelar activos y cuentas de Venezuela, como lo sugirió la Asamblea Nacional venezolana, significaría limitar el poder económico al chavismo.
Aunque la crisis pasó de grave a dramática, la situación es ignorada por el dictador Maduro, que está visto seguirá aferrado al poder y no saldrá por las buenas. Con la sola declaración de “usurpador” por parte del Parlamento no se logrará derrocarlo.
¡Qué ironía!, la Constitución vigente promulgada por el propio Hugo Chávez señala en varios de sus artículos que habiendo vacío de poder, el presidente del Parlamento, hoy en manos de la oposición, deberá asumir la presidencia. Y Maduro no lo respeta.
Salvo Augusto Pinochet, en Chile, ningún otro dictador en la historia reciente de América Latina dejó el poder por las buenas.
Juan Guaidó es el presidente del Legislativo, poder que quedó en manos de los opositores tras la última elección libre y universal de la que participaron los venezolanos en 2015. El chavismo aún no digiere esta derrota.
Bajo su liderazgo, el Parlamento declaró a Maduro “usurpador” del cargo. El joven político de 35 años anunció que está listo para interinar la presidencia. Algo que por ahora no le será fácil conseguir.
Guaidó dice estar en capacidad de interinar la presidencia ¿Pero por qué no lo hace? Porque al jurar como presidente provisional deberá convocar a elecciones en 30 días. Pero hasta el momento cuenta sólo con una de las ruedas que necesita para iniciar ese proceso de transición, y que es el apoyo de gran parte de la comunidad internacional.
Las otras tres restantes son conseguir que las FF.AA. le retire el apoyo a Maduro y colaboren con restablecer el orden constitucional; conseguir transparentar el órgano electoral y el apoyo del Supremo Tribunal; y el pueblo.
Mientras tanto, el próximo paso que podría dar el chavismo será disolver el Parlamento o convocar a otra farsa de elecciones, con el único fin de borrar del campo político a la disidencia.
No olvidemos que Maduro, siguiendo las ideas de su mentor Chávez, busca imponer el régimen de partido único, tal como en las comunistas Cuba o la China de Xi Jinping. Aunque por ahora el funcionamiento condicionado del Parlamento le sirve a Maduro para disfrazar su gobierno “democrático”.
¿Democrático? Sí, democrático. Lo dijo en su discurso de asunción: “Somos una democracia de verdad, y yo, Nicolás Maduro Moros, soy un presidente demócrata de verdad”... “Venezuela es una democracia no solo sólida en lo electoral. Es una democracia de nuevo tipo (...) comunal, revolucionaria, radical de raíz, protagónica y participativa”... En eso de “radical de raíz” no caben dudas.
Maduro es responsable de la opresión a su pueblo y no parece importarle la región. Pero las atrocidades cometidas por su régimen, al final, dejan lecciones y desafíos para la ola conservadora actualmente gobernante, que no se puede permitir el fracaso, o bien la herencia será mucho peor: varios Hugo Chávez y Nicolás Maduro pululando con sus ideas mesiánicas en Sudamérica.
¿El centro es el camino? Tal vez. Lo que sí tenemos claro por ahora es que debemos rechazar las dictaduras y abusos, sean de derecha o de izquierda.
viviana@abc.com.py