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Hasta dónde esos ideales que hace dos siglos animaron e impulsaron el nacimiento de un nuevo país libre están vigentes y forman parte de nuestro cotidiano vivir. Hasta dónde esos postulados de paz y justicia que enarbola nuestro pabellón son letra viva, o simple cliché embalsamado.
No podemos hablar de República donde una superestructura política y administrativa se maneja con criterios de señores feudales, donde una claque dispone de todos los privilegios y prebendas, que se manejan más allá del alcance de la ley y someten al resto de los ciudadanos a un vasallaje de miseria en todos los órdenes.
“Ni opresores ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad”, dice una parte de nuestro Himno Nacional. Sin embargo, no podemos hablar de “unión e igualdad” cuando cientos de miles sobreviven marginados, con necesidades históricas sin visos de cambios para mejor, sino por el contrario.
No podemos afirmar que “ni opresores ni siervos alientan” en un país donde los que fueron elegidos (mal o bien) para dirigir los destinos del país están sometidos a intereses que no son precisamente los del pueblo llano, sino de los grupos de poder; internos y externos.
Donde nuestros mandatarios, a quienes elegimos y damos el mandato de dirigir la nación, se someten como siervos de intereses extraños con los recursos que deberían estar al servicio del pueblo, como las binacionales y la riqueza productiva de nuestra tierra.
Tengo serias dudas de que los ideales de aquellos jóvenes patriotas independentistas sigan como letra viva que anima a nuestro pueblo.
jaroa@abc.com.py