Lo bueno que es malo

Debo reconocer que tengo muchos amigos religiosos entre los que profesan la religión católica y los acólitos de otras creencias devotas. Hasta rescaté el contenido principal del budismo que me suscitó más la reencarnación que la resurrección. Como todas las religiones tienen fundamentaciones muy complicadas y profundas solo logran que superficialmente las conozca. Al menos, ese es mi caso en materia teológica.

Cargando...

Además reconozco que ya no estoy en edad de recibir la primera comunión, sino de la última y ante preguntas dogmáticas que siempre hice a mis amigos sacerdotes y pastores, o como llamen a los de las otras sectas, escuché respuestas con tintes diferentes.

Una de las preguntas que siempre hice es la cuestión de los ladrones, seres tan comunes entre los paraguayos y tan malos que hasta quieren hacerse pasar por buenos. Este país está casi repleto de cuatreros en todos los estamentos. Mientras más cargo jerárquico oficial tenga más rango cleptómano ostentará. Las cárceles están abarrotadas de ladrones, los entes oficiales rebosan de sinvergüenzas y el país se llenó de devotos de lo ajeno.

Con relación a la pregunta a los oficiantes de alta sabiduría consiste en conocer la diferencia existente entre un buen ladrón y un mal ladrón. Mi amigo y excompañero de los encuentros futbolísticos en el Salesianito de Asunción, el pa’i Wily Lezcano, se acercó mucho a mi capacidad de interpretar el tema pero, junto a su rapidez que tenía detrás de la pelota, no disiparon la posibilidad de patearle y entenderle.

Nunca comprendí la capacidad que tiene la Iglesia Católica de diferenciar un “mal ladrón” de otro llamado “buen ladrón”. Y para colmo, sacrificados al lado de un buen tipo, como dicen de Jesús. Se habla de un arrepentimiento que hizo el de la derecha de Jesús y esta penitencia, instantes antes de morir, le valió el mote de bueno y el malo no abrió la boca y cerró sus ojos para siempre y para que sirva de mal o buen ejemplo.

Siempre nos preguntamos si un buen ladrón es aquel que robó del aeropuerto de Asunción millones de dólares, un impecable Mercedes Benz para uso presidencial, el que saquea millones de un móvil “muy seguro” que transporta caudales o todos aquellos que se chupan millones detrás de una niñera, un coquito, una empanada, una secretaria, un puesto médico o con el jugoso cargo de chofer. ¿Es un buen cleptómano el que a mano abierta y a boca llena se lleva la merienda escolar y el techo de una escuela, los que estuvieron de turno y se llevaron el valor de kilómetros de la ruta Transchaco en contubernio con las empresas viales y los que se chuparon con las aguas del Pilcomayo?

Es la pregunta ¿es un buen ladrón o un mal ladrón? Del arrepentimiento ni hablemos. ¿Es un mal ladrón el que entra al gallinero o a la pobre chacra del vecino?

Para los religiosos y para un buen ladrón el arrepentirse es lo que vale y lastimosamente en el Paraguay, no sirve el auto afligirse. Nadie se arrepiente y ningún manguruyú está crucificado. La moraleja que se ventila consiste en: que siga el baile, que continúe el robo, que los ladrones hagan lo que quieran y tres hurras “pe añamemby” a la enmienda, a la joda y a la corrupción.

El propio capo de la religión católica del Paraguay hizo la declaración que un granito de arena no es una montaña. La montaña es su cura acosador que en Limpio ensució más a la Iglesia y la arenita quiso ser la explicación y el arrepentimiento del buen ladrón para quedar en claro que por algo la Iglesia de este país está lejos de tener un Cardenal.

Si se quiere, no será problema crucificar a todos los ladrones buenos y malos del Paraguay y contar con un Poncio Pilatos, el drama será encontrar un Jesús que luche y se preocupe por un Paraguay mejor.

caioscavone@gmail.com 

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...