López Moreira presidente

La reciente sesión extraordinaria del Congreso en la que se aceptó la renuncia del vicepresidente Juan Afara confirmaría que ya hay votos suficientes para nombrar como reemplazante a la ministra de la Corte Suprema Alicia Pucheta.

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Entre abril y junio, Horacio Cartes presentará su renuncia, según adelantó el líder de bancada Juan Darío Monges. De aceptarse, le facilitará jurar y asumir el 30 de junio como senador. 

Con Cartes renunciante y como marca la Constitución, lo suplantará la vicepresidenta Pucheta para completar el mandato de este periodo hasta el 15 de agosto.

Como Pucheta carece de experiencia política, quien manejará realmente el Poder Ejecutivo en las últimas semanas del periodo será el equipo de gerentes de Horacio Cartes, capitaneados por el jefe de Gabinete Juan Carlos López Moreira.

En la práctica, el hecho de que López Moreira asuma el control del Ejecutivo será solo el sinceramiento de una realidad. Es un secreto a voces que desde el inicio del gobierno cartista el administrador real es el jefe de Gabinete, a través del “Centro de Gobierno”, organismo creado por decreto del Ejecutivo en febrero de 2014.

Según dicen quienes conocen de las intrigas palaciegas, entre los gerentes del Mandatario, a semejanza de la política norteamericana, existe un grupo de “palomas” que encabeza López Moreira y otro de “halcones” a cuyo frente está José Ortiz. No puede descartarse que la salida de Cartes motive algunos roces entre estos dos. Habrá que ver quién se impone.

La decisión de Cartes de designar a Pucheta como su sucesora va en la misma línea de la elección del diputado Pedro Alliana como presidente del Partido Colorado y la de Santiago Peña, un exliberal, como candidato a presidente de la República. Todas figuras sin peso político que, ni remotamente, llegarían a un cargo de relevancia política de no ser por la bendición del jefe.

De Pucheta se dirá que es ministra de la Corte y es posible que sepa mucho en materia judicial. Pero, como figura política no tiene ninguna trascendencia. Si llega a asumir la vicepresidencia y luego la Presidencia de la República no será por ningún mérito sino por la gracia del mandamás.

Cartes se dará el lujo de nombrar a dedo a una mujer que por primera vez estará al frente de la primera magistratura en nuestro país.

La cuestión sería destacable de no ser por el hecho que no proviene de una decisión popular sino que está vinculada al interés político de un grupo económico. En el mejor de los casos, se lo puede considerar un simple capricho presidencial.

Con la votación en el Senado para aceptar la renuncia de Afara, Cartes dio también una muestra de poder. Cuesta imaginar que la presencia de los “opositores” para dar el quórum legal haya tenido otra motivación que no sea el soborno o, tal vez, el chantaje.

El voto disciplinado de los colorados, incluyendo a los senadores de Añetete (suponiendo que este movimiento interno aún exista), es también una puesta en escena del compromiso asumido por Mario Abdo Benítez con Cartes cuando, tras la interna, fue a rogarle respaldo.

Tal vez el aspecto más deplorable de la designación de Pucheta como futura presidenta de la República –que en realidad será dejar el poder en manos de los gerentes del Presidente– es que muestra, en toda su dimensión, el menoscabo de parte del cartismo hacia las instituciones de la República en nuestro país.

Si se concreta su designación, Pucheta hará algo que Cartes había imaginado hacer: inaugurar obras de infraestructura. Seguramente, recibirá precisas instrucciones de alabar a su mentor en el discurso de ocasión. Tal vez, el entonces exmandatario esté presente en calidad de invitado.

Sería un gesto de burla final que, a esa altura, no debería extrañar en absoluto.

mcaceres@abc.com.py

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