Los Jabalíes Salvajes

SALAMANCA. A la hora de la comida nadie le prestaba atención a la pantalla de televisión hasta que, de pronto, se interrumpió el programa para una noticia urgente. Al aparecer la palabra Tailandia se hizo un silencio profundo y el encargado de dar las noticias informó que acababan de salir los últimos cinco integrantes del equipo de fútbol Los Jabalíes Salvajes, cuatro jugadores y su entrenador, de la cueva de Tham Luang. Sobre las cabezas silenciosas de los parroquianos se escuchó un profundo suspiro de alivio y alguna que otra exclamación. La larga agonía llegaba a su fin.

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Los doce niños del equipo de fútbol, más su entrenador, que habían quedado atrapados en una gigantesca cueva con más de diez kilómetros de pasadizos, estaban a salvo, todos ellos internados en un hospital cercano para controles médicos ya que habían pasado allí, en lo alto de una roca húmeda, diez días sin comer y en la oscuridad total.

Esta cueva se encuentra en la montaña de Kos Nang Non, unos mil kilómetros al norte de Bangkok, la capital, casi en la frontera con Birmania (hoy Myanmar), Laos y Camboya. Quienes vieron la película “Los gritos del silencio” (Roland Joffe, 1984), se podrán hacer una idea bastante precisa de dicho lugar. Apenas rescatados los niños eran transportados en helicópteros al hospital de Chiang Rai, capital de aquella provincia, donde fueron puestos en cuarentena porque se encuentran con las defensas muy bajas.

Un periodista español escribió un comentario diciendo que la atención que despertaron los niños y el sentimiento de solidaridad en todo el mundo, se debió en gran parte a la difusión que tuvo el hecho a través de la prensa y canales de televisión. A la entrada de la fatídica cueva se encontraban alrededor de mil trescientos periodistas trasmitiendo continuamente todo cuanto acontecía. El periodista agregaba que ojalá se le diera igual importancia a otros hechos dramáticos como ser las más de cien jovencitas secuestradas por el grupo yihadista Boko Haram en Mali, llevadas para ser vendidas como prostitutas o para atender las necesidades sexuales de sus combatientes. Esto fue en 2014 y desde entonces parece que el mundo las ha olvidado.

Pero si todos estos acontecimientos nos parecen muy distantes –Tailandia casi son nuestros antípodas– tenemos otros sitios más próximos sobre los cuales reflexionar para poder sacar conclusiones positivas de un hecho dramático pero que tuvo un final feliz.

Las noticias de Tailandia dicen que la mayoría de los chicos de Los Jabalíes Salvajes van a la escuela pública –o sea gratuita– de Chiang Rai, “cuyos edificios, jardines bien cuidados y parques” son orgullo de la ciudad. Y las fotografías lo confirman. Una escuela de primer mundo. Los niños rescatados se encuentran internados en un hospital –también público, también gratuito– equipado con todo aquello que uno pueda imaginarse, de una pulcritud admirable. Todo esto a más de mil kilómetros de la capital con un agregado: en esa zona, treinta años atrás, se libraban unas guerras que competían con el Apocalipsis. En Camboya, los jemeres rojos mataban gente por centenares con un resultado provisorio de tres millones de víctimas. Entre nosotros, Fuerte Olimpo y Bahía Negra están mucho más cerca de la capital y la gente se muere de una simple gripe porque no hay ningún medio con qué socorrerlos. Ni siquiera hay caminos para que llegue una ambulancia. Pero nadie se sorprende ya. Por suerte los Jabalíes Salvajes se perdieron en las montañas de Tailandia y no en el Chaco paraguayo.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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