Los que no fueron al circo

Hace un par de décadas atrás, en julio de 1989 exactamente, pisó tierra paraguaya el célebre mimo francés Marcel Marceau, y tal como sucede hoy solo una minoría pudo acceder a su show debido a los precios de las entradas. La diferencia entre sectores económicos siempre se sintió en nuestra sociedad, a pesar de que la corrupción instalada también logró el ascenso económico y por eso social, mas no cultural de una gran franja.

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En aquella oportunidad uno de nuestros artistas, Mimolucho (Luis Martínez, hoy vive fuera del país), indignado por los que no pudieron ver el selecto espectáculo montó otro en señal de protesta, uno callejero, paralelo, justo enfrente del Centro Paraguay Japonés, lugar donde Marceau desplegaba su elaborado arte. La queja del mimo paraguayo, aunque fue simbólica, sirvió para resaltar tantas injusticias que siempre han vivido los artistas y el público nacional.

Algo parecido sucedió con el Circo de Soleil y su condonación de impuestos.

Las instituciones democráticas oficiales en Paraguay no han logrado erradicar los vicios, también presentes en ellas. Una artista de la vieja época, de las que sí tenían apoyo y recorría el mundo, cuando hablábamos de su arte en tiempos de la dictadura me decía: “Yo era tan joven, solo quería actuar, no sabía lo que Stroessner hacía…”. Parecería que esta nebulosa persiste y no logramos gobiernos que faciliten el acceso de la población a los espectáculos de calidad. Lo bueno sigue siendo para un sector pudiente.

Se dice que el arte es importante para vivir mejor. Madres que anotan a sus niñas en academias de danza (¿cuántas academias legales habrá en el país?), cada vez más jóvenes quieren convertirse en músicos y actores, pero solo pasan por la experiencia los que pueden costearse los gastos. Además tenemos tradicionalmente autodidactas que siempre han sido parte fundamental de nuestra cultura, no obstante, no tienen posibilidad de esperar alguna ayuda para ver artistas internacionales.

Retomando el caso reciente del Circo de Soleil, por lo que se vio, el espectáculo que brindaron “para todos” en la plaza Uruguaya, fue cualquier cosa, si eso fue “aporte social”, qué pena.

Esta vez no tuvimos a Mimolucho protestando con otro show paralelo, a pesar de que leía en las redes quejas de artistas respecto a por qué a ellos sí les cobran un canon por sus presentaciones.

Lo cierto es que mediante préstamos familias de clase media pudieron acceder a las entradas, pero la inmensa mayoría no y esto importa.

Por cierto, hace algunos años un grupo de malabaristas franceses, de los que eran anónimos, estuvo en nuestra ciudad y dio clases a niños de la calle, quienes aprendieron con gran facilidad, pero apenas pasaron unos meses, la gente ya no quería dar monedas a estos chicos, el arte se diluyó y ellos retornaron a la eterna desesperanza.

Las autoridades locales, más que conseguir una función para niños o familias de escasos recursos por parte de las grandes empresas de entretenimiento que llegan a nuestro país, deben concretar un compromiso político para integrar culturalmente a los sectores más vulnerables.

En fin, la vida debe seguir. El 16 de agosto es el Día del Niño en Paraguay, a ver qué hay para ellos.

lperalta@abc.com.py

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