Los santos inocentes

SALAMANCA (España). La única duda que podría caber en el juicio que se le siguió al senador colorado Víctor Bogado, y en el que fue condenado, es si los jueces actuaron con la debida rigurosidad en el momento de emitir su veredicto y dictar la correspondiente sentencia. La idea generalizada es que no, que los magistrados terminaron por favorecer al acusado, que se pasaron por alto hechos graves y que la condena se basó en lo más intrascendente de las acusaciones que lo sentaron en el banquillo de los acusados.

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En el momento que escribo estas líneas veo que hoy, lunes, se realizará una sesión extraordinaria de la Cámara de Senadores, a partir de las 10.00 de la mañana para discutir si el señor Víctor Bogado debe perder o no su investidura como senador del Partido Colorado. Lego en la materia jurídica, no termino de entender por qué se debe discutir o no la pérdida de su calidad de senador (que no significa senador de calidad) cuando la Constitución es lo suficientemente clara al respecto.

El artículo 291 de la Carta Magna dice que los legisladores podrán perder su investidura “por el uso indebido de influencias fehacientemente comprobado”. Y se comprobó a través de la declaración de varios testigos que Bogado utilizó su influencia como presidente de la Cámara de Senadores para que la mujer que cuidaba de sus hijos cobrara doble salario: del Congreso y de Itaipú. 

Los jueces lo encontraron culpable. Entonces, ¿qué hay que votar y qué hay que decidir? Cúmplase la Constitución. Retíresele su investidura de senador. 

Échesele a la calle donde será recibido por una multitud jubilosa que se reunió allí justamente para pedir su expulsión.

Así como “todos los caminos conducen a Roma”, todos los juicios penales conducen al mismo argumento: “soy la inocente víctima de una persecución política”. 

Bogado no es la excepción y dio muestras de tener una rica imaginación. La persecución no sólo es política sino también de la prensa, especialmente del diario ABC Color que, de acuerdo a sus palabras “maneja el Poder Judicial, el Poder Legislativo e incluso al Presidente de la República”. Siguió por este camino para desembocar en nuestro fallecido director, Aldo Zuccolillo, quien, seguramente, desde el más allá, estaría moviendo los hilos de esta historia que lleva ya varios años dando vueltas por los tribunales.

Aparentemente el único beneficiado del bochornoso escándalo fue Efraím Martínez Cuevas, autor de un libro llamado “Tus pecados no serán perdonados” en el que critica a Aldo Zuccolillo. La semana pasada, antes de iniciarse la sesión de Senadores, Bogado puso un ejemplar en la mesa de cada senador. 

Es decir, se vendieron 44 ejemplares, número que, conociendo el mundo editorial de nuestro país, significa un verdadero “best-seller”, un éxito de ventas pocas veces igualados. 

Ya quisiéramos los escritores poder vender tantos volúmenes pues incluso los que tenemos familias numerosas no podemos asegurar las ventas pues, por compromiso, debemos regalarles los ejemplares.

Soy de naturaleza pesimista. Todo lo que le antecede y le rodea a esta sesión extraordinaria para decidir el destino de Víctor Bogado me mantiene en vilo. 

Lastimosamente nuestra clase política no ha dado nunca las señales necesarias para que confiemos en ella. 

La experiencia nos dicta que a última hora, cuando todo parece seguir su recto camino y se llegará a decisiones justas y equitativas, no falta que salte, en la última línea, un “güey corneta” (¿es correcta la grafía?) que lo echa todo a perder y volvemos a la línea de largada, con los mismos pesares, los mismos defectos, los mismos tránsfugas, los mismos corruptos, los mismos ladrones de guante blanco que, al pasar por la calle, en sus lujosos automóviles, ni siquiera nos miran porque ellos son santos inocentes.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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