Lugar de peregrinación

SALAMANCA. Creo que fue Manuel Fraga Iribarne, en aquel entonces ministro de Información y Turismo del gobierno de Franco, que ideó la frase: “Spain is different” (España es diferente) así, en inglés, para ser más impactante, y lanzó con ella una gigantesca campaña publicitaria con carteles de las cosas “diferentes” que España podía ofrecerle al turismo europeo: sol, pueblos blancos, tauromaquia, playas, flamenco, etcétera. Pero había un mensaje escondido: todo aquello que en el resto de los países europeos funcionaba maravillosamente bien (libertad de prensa, libertad de opinión, democracia) en España no funcionaba porque “era diferente”.

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En Paraguay, aunque no tuvimos algo semejante, la dictadura de Stroessner se empeñó en hacernos creer que éramos diferentes y que todo aquello que funcionaba en otros países, aquí no funcionaba porque éramos “diferentes”. Para tranquilidad de muchos, no somos diferentes y nos parecemos tanto y somos tan iguales que cualquier otro país del planeta, menos Islandia donde hace mucho frío y hay nieve casi todo el año.

Se quiere reflotar la idea de repatriar los restos del dictador Stroessner, sepultado en Brasilia donde falleció en 2006 por causas naturales. Allí se encontraba viviendo en el exilio después de haber sido derrocado tras un golpe de Estado en febrero de 1989 capitaneado por el general Andrés Rodríguez, su consuegro.

Paso por alto los argumentos –todos ellos sentimentales– en favor de su repatriación para invitar a quienes tengan algo de curiosidad que se fijen en lo que está pasando en España con los restos de otro dictador de corte fascista, Francisco Franco. No murió en el exilio. Murió tranquilamente en su cama, abrazado al brazo momificado de Santa Teresa y cubierto con el manto de la Virgen del Pilar, asistido por ese sector de la Iglesia Católica adherida a su movimiento y que se conoce como “nacional-catolicismo”. Actualmente está enterrado en el Valle de los Caídos, un faraónico mausoleo que se hizo construir él mismo con mano esclava ya que trabajaron allí prisioneros políticos por más de diez años.

Desde hace bastante tiempo se pide que se quiten de allí sus restos pues consideran que es un enaltecimiento de la dictadura cuando se vive en plena democracia. El problema es dónde ponerlo. La familia se niega a llevárselo. Había la posibilidad de depositarlo en un panteón que sus descendientes tienen en El Ferrol, el pueblo natal del dictador y que por eso durante su gobierno los adulones lo rebautizaron como Ferrol del Caudillo. Pero el ayuntamiento local (municipalidad) ha descubierto que dicho panteón fue “regalado” por los munícipes de entonces. Considerada una donación ilegal, piden que el mismo sea devuelto. En su pueblo natal no quieren sus restos pues se convertiría en lugar de peregrinación de quienes simpatizan con su ideología de corte fascista. Lo mismo han respondido todos los pueblos y ciudades propuestos para su “descanso” final.

¿Para qué remover el tema de Stroessner? Él está tranquilo en un cementerio de Brasilia y siendo pragmáticos, a sus huesos le dan lo mismo qué clase de tierra le invita a convertirse en el polvo que nos anuncia la Biblia. La tierra no tiene nacionalidad; a lo sumo puede ser más o menos caliza, más o menos ácida, más o menos... ignoro cuáles son sus otros posibles componentes. La tierra sigue siendo la misma. ¿Qué necesidad hay de traer sus restos justo en este momento en que, al parecer, comenzamos a superar todas aquellas malas costumbres y la corruptela que nos regaló su larga tiranía? Dejémosle donde está y no creemos, innecesariamente, un nuevo lugar de peregrinación. Conociéndonos, corremos el riesgo que pronto su tumba compita con la Crucita de Sajonia o con Curuzú Cadete.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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