Marabunta

Vivir en la ciudad o comportarse “como la gente” exige ciertas normas de convivencia. Para quienes traen una buena educación desde la casa no es nada de otro mundo, pero hay personas para quienes convivir con los demás es casi un imposible. O no saben, o no quieren, o se hacen. 

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Pareciera que en algunos barrios los vecinos de Asunción siguen sufriendo las maldiciones que profiriera Fray Bernardino de Cárdenas, obispo y gobernante del Paraguay en 1641 y 1649, tras su expulsión. 

Los pobladores de los barrios Santo Domingo y Manorá, por ejemplo, hasta deben contratar abogados para obligar a la Municipalidad de la Capital a que cumpla con su función y ponga en práctica las ordenanzas vigentes. 

Resulta que son Áreas Residenciales de Baja Densidad, según el Plan Regulador, y ahora se ven amenazadas porque a los vecinos se les instala en la cuadra un salón velatorio, spa, contenedor restaurante o una bodega. 

Los vecinos de Trinidad se encuentran en una titánica lucha en defensa del Parque Pavetti, e incluso quieren independizarse de Asunción porque las autoridades municipales no escuchan sus reclamos. 

La tranquilidad es algo ausente en los barrios de Asunción como consecuencia del progreso desordenado y sin pautas. “El crecimiento de Asunción es rápido, desordenado, se diría anárquico. Se hace sentir poderosamente la necesidad de una política edilicia orgánica, constante (...)”, describió J. Natalicio González en su libro “El Paraguay Contemporáneo” en 1929. 

Casi noventa años después, la realidad sigue siendo la misma o peor. Cualquiera hace lo que quiere y se siente con carta blanca para violentar el derecho de los demás. Cierto sector de la población asuncena se parece una marabunta. Un cúmulo de gente alborotada y tumultuosa –como lo define la Real Academia Española–, que no sería mayor problema si estuviera en un contenedor. La cuestión es que están en medio del cualquier barrio y, para colmo, catalogado como residencial. 

En 1968, cuando recién se estaba pensando en un Plan Regulador para la Capital, expertos habían reiterado que “Asunción es una ciudad que crece espontáneamente. Su expansión desordenada habla elocuentemente de ellos. La localización indiscriminada de sus servicios tienen consecuencias económicas desfavorables. No se puede hablar de zonificación, porque ella no existe” (ABC Color del 20 de mayo de 1968). 

El Plan Regulador fue definido entonces como “un conjunto de normas, disposiciones y previsiones que regulen y ordenen el crecimiento de la Capital”. 

También explicaban que no se trataba de un código estático e inerte sino, por el contrario, se debe ir actualizando en la medida de las necesidades y conforme a las zonas de crecimiento de la ciudad. 

Tenemos un Plan Regulador de primer mundo. El problema es que nadie lo cumple y los concejales lo cambian de la noche a la mañana, al mejor postor. 

En 1842 don Carlos A. López decretó la “primera ordenanza de organización edilicia y policial de la ciudad de Asunción”. Entre sus artículos, por ejemplo, “se prohibe ambarazar (estorbar) las veredas con cualquier cosa” y “se prohibe que se arrojen basuras, animales muertos o se boten aguas pestíferas a las calles y plazas”. También prohibía los ruidos molestos “a deshora”. 

Pasaron 175 años. ¿Alguien dijo que no hay mal que dure cien años? 

pgomez@abc.com.py

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