Marito enojado

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El pasado viernes, en Misiones, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, realizó un discurso encendido sobre su propia gestión, en el que insinuó que el pueblo paraguayo no sabe vivir en democracia, que busca la unidad política porque no quiere más factores de división y culpó a la coyuntura internacional de las dificultades crecientes de nuestra economía.

El Presidente sugirió que los poderosos están torpedeando su gestión y que no les tiene miedo, y que los enfrentará como ha hecho siempre, afirmó.

No sé de qué poderosos habló el Presidente porque ahora mismo está en un contubernio perverso con Horacio Cartes, el sujeto más poderoso de nuestro país; mantiene vínculos privilegiados con las vialeras a través de su asesor concuñado Pettengill Castillo de “Ocho A”; sostiene a los contratadores públicos ligados su hermano ministro, Benigno López.

Esos son los elementos más poderosos de nuestro Paraguay y, lo siento mucho, no vi al Presidente actuando decisivamente sobre Cartes, ni sobre los vialeros, ni sobre los contratadores del Estado a pesar de que sobre los tres elementos tiene en su escritorio toda la información necesaria y aún más.

Esa falta de acción sobre los poderosos que tienen secuestrado al Estado paraguayo es uno de los componentes esenciales de la falta de respuesta adecuada del presidente ante los adversos factores internacionales que están impactando negativamente en nuestra economía.

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Las agencias de medición económica empiezan a coincidir en que nuestro crecimiento será alrededor de un magro dos por ciento a fines de 2019 y me temo que volverán a ser revisados a la baja en un futuro no muy lejano por la sencilla razón de que el Presidente está haciendo lo contrario de lo que hay que hacer cuando los factores externos se tornan negativos.

Hay que bajar los impuestos, pero él los sube; hay que cortar la corrupción pública, pero él contemporiza con ella y lo prueba más allá de toda duda su actuación en el caso de Dionisio Amarilla y el Instituto de Previsión Social; hay que terminar con la podredumbre judicial pero él está totalmente envuelto en el lamentable cuoteo de la Corte Suprema evidenciado en la elección de la terna para suceder a Raúl Torres Kirmser. Todo para satisfacer a los poderosos.

El Presidente confunde lamentablemente la unidad política con la impunidad. Con los sinvergüenzas no es necesaria ninguna unidad a pesar de lo que diga el vicepresidente Hugo Velázquez, quien cree todavía que abrazarse al clan Zacarías contribuye a la unidad del Partido Colorado.

El vicepresidente y el entorno del Presidente, y no el pueblo paraguayo, es quien no aprendió a vivir en democracia. El pueblo paraguayo sabe perfectamente vivir en democracia y sabe que en democracia los corruptos deben estar en la cárcel y no en acuerdos de “gobernabilidad” con el Presidente de la República.

El Presidente está a tiempo de dar un golpe de timón, pero tiene que empezar enojándose con él mismo, por no estar siendo fiel al Marito de la Gente con el que ganó los votos que lo convirtieron en primer mandatario.

evp@abc.com.py