Muchos de ellos son familias que abandonaron o vendieron a precios regalados sus 10 hectáreas de tierra, que son 100.000 metros cuadrados propios, para ir a amontonarse en una casa de cartón en un diminuto espacio, entre basurales y cloacas.
Las razones y excusas para la migración hacia los centros urbanos son diversas; hambre, enfermedad, muerte, falta de asistencia, sojización, etc. Al mismo tiempo, uno mira las florecientes colonias menonitas del Chaco y no puede evitar hacer comparaciones. ¿Cómo ellos sobresalieron en esos inhóspitos lugares y nuestros campesinos no lo pueden hacer sobre las mejores tierras de la Región Oriental?
En Salto del Guairá, con 50.000 habitantes, donde están las tierras más ricas de lo que alguna vez fueron el Bosque Atlántico del Alto Paraná, no tenemos colonias productivas. Por poco hasta la “mandioca paraguaya” no traemos del Brasil. Y a nadie, aparentemente, le interesa promover el autoabastecimiento.
Lo que sí tenemos en abundancia son personas queriendo convertirse en político. Y no es para menos; son los que aseguran buena vida, poder para robar libremente y hasta burlarse de todo un país, como el intendente “con orden de captura” de Capital Bado.
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¿Qué nos sobra? Rogar al niño Jesús que nos tenga compasión. O alguna vez cansarnos de verdad de quienes nos roban nuestro derecho de ser feliz en un país tan lleno de oportunidades.
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