Monseñor Mario Melanio Medina

El obispo Mario Melanio Medina entrega el domingo el gobierno pastoral de la diócesis de San Juan Bautista y de Ñeembucú a monseñor Pedro Collar Noguera. Desde su ordenación episcopal aquel 10 de agosto de 1980, primero como obispo de Benjamín Aceval hasta hoy, lleva casi 37 de años de consagración como sucesor de los apóstoles. Es el tercer obispo de aquella jurisdicción episcopal, después de los monseñores Ramón Bogarín Argaña y Carlos Milciades Villalba.

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Más allá de su labor eclesial, Medina es uno de los pastores más sensibles y críticos de la realidad nacional. Pertenece al grupo de obispos como el mismo Bogarín Argaña, Ismael Rolón y Aníbal Maricevich quienes no dudaban en denunciar las violaciones de los derechos humanos. Incluso era hasta de choque, porque en cuerpo y alma estaba en las manifestaciones, como en aquella jornada del 1 de mayo de 1986, cuando luego de una misa en Cristo Rey, los obreros salieron a las calles y fueron brutalmente garroteados por la policía stronista. En una de las fotos de la época, se lo ve correr hacia los manifestantes y en medio de la humareda de los gases lacrimógenos y los chorros de agua socorría de la golpiza policial al dirigente campesino Marcelino Corazón Medina.

Denunciaba sin pelos en la lengua las barbaridades que cometía la dictadura, como ser las represiones, la clausura de medios periodísticos, las torturas y desapariciones. No tenía miedo para decir las cosas por su nombre. Integró el Comité de Iglesias y desde allí seguía con sus denuncias hasta que fue miembro la Comisión de Verdad y Justicia, ya en la era democrática, para que no quedaran impunes las barbaridades cometidas durante la dictadura.

“Obispo rojo”, “bolche”, “el de la sotana roja”, “el temible de las tres M”, eran algunos de los epítetos que utilizaba el stronismo para desacreditar a Mons. Mario Melanio Medina. Sin embargo, él seguía denunciando los atropellos de la dictadura.

En tiempos de la democracia siguió con su línea. Se le cuestionó mucho haber apoyado a su excolega Fernando Lugo para llegar a la Presidencia, pero al parecer era lo que quería el pueblo en ese momento: que alguien importante de la Iglesia se jugara por la alternancia, lo que ocurrió aquel abril de 2008 cuando luego de 60 años, el Partido Colorado cedía el poder. De los nuevos gobiernos decía que trabajan solo tres años y dos dedicaban a proselitismo, y no deja de tener razón cuando uno hace una mirada a la actual administración de Cartes.

En una de sus recientes afirmaciones dijo que el Paraguay sigue sin levantarse. Falta trabajo, tenemos problemas en salud, educación y la reforma agraria sigue siendo una promesa. Al igual que otros pastores, cuestionó la falta de voluntad para recuperar los bienes robados al Estado. Un político como el colorado Juan José Vázquez, hasta pidió que le regalara su sotana para predicar y celebrar misa y que el religioso hiciera política.

Una vez siendo obispo emérito, Mons. Medina dijo que vivirá en su pueblo Fernando de la Mora. Seguirá ayudando a la Iglesia, a los migrantes y en la promoción de los derechos humanos. Con su salida del gobierno pastoral cede el cargo un obispo que atendía todas las llamadas y las requisitorias de la prensa. Siempre estuvo a la orden para dar su versión.

En su diócesis fue muy respetado, casi nadie cuestionó su labor pastoral. Estuvo con su feligresía en las buenas y en las malas.

El domingo deja el gobierno pastoral y lo reemplaza el hasta ahora obispo auxiliar de Ciudad del Este, Mons. Pedro Collar Noguera, un sacerdote sencillo, humilde y sensible. Le espera una gran tarea y ojalá sea como sus antecesores Ramón Bogarín Argaña, Carlos Milciades Villalba y Mario Melanio Medina; un pastor que anuncie la Palabra de Dios y cuando la situación amerite sea el que denuncie las arbitrariedades que se cometen en contra del pueblo.

avelazquez@abc.com.py

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