Nada en el mate

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El Paraguay vivió de su producción de yerba mate desde la época en que fuera asediado por todos los que se vinieron. Los yerbales naturales fueron explotados en su máxima dimensión y tanta aceptación sigue teniendo esta condición que se siguen enriqueciendo los montes naturales con la implantación de la yerba mate en sus espacios a fin de producir el aplauso de los ecologistas y un buen dinero para sus cultivadores. El replante en zonas boscosas es la tendencia nuevamente.

En la época en que los jesuitas estuvieron en el país se cosechaba yerba y se trataba de domesticarla y había muchos problemas con su germinación. El vocablo “che mbo caapá” indica el cansancio que implicaba poder hacerlo germinar. Es que germina su semilla recién a los 2 y más meses después de entregarle abundante riego durante todo un largo periodo de 60 y más días. Ante esta situación, la germinación ocurre hoy de manera asexual, vale decir de los gajos o esquejes, de la infraestructura y con buena técnica. Al año se trasplanta y recién al cuarto año se inicia su producción.

A la yerba mate se le conocía como el té paraguayo o té de los jesuitas, quienes llegaron al país hacia el año 1600 y fueron expulsados en 1767. Fueron los primeros en domesticar al Ilex paraguariensis y su uso hasta fue prohibido por muchos mandamases españoles que pasaron por el Paraguay. Un franco-argentino, Carlos Thays, investigó el cultivo de la yerba de lo dejado por el francés Aimé Bonpland, quien vivió en las misiones jesuíticas y todos sus estudios se perdieron. Thays diseminó la yerba con mucho éxito en el norte argentino desde el año 1895.

Hoy la práctica común consiste en cultivar la yerba de manera ordenada. Y ocurrió en el Paraguay desde 1920, aproximadamente. Paraguay sigue siendo el tercer productor mundial con unas 50.000 toneladas por año. Argentina produce algo más de 700.000 toneladas y Brasil 500.000. En los tres países se toma el mate (con agua caliente) y junto al Uruguay y Chile se completa el grupo de los buenos consumidores del mate.

En el Paraguay se acostumbró el uso de la yerba con otra larga y sesuda sesión: la del tereré que campea por los calores que ocurren en casi todo el año. El cocido también tiene alto consumo y vale oro si la compra lo hace el Ministerio de Educación.

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Últimamente el mate y el tereré tienen la encomiable e infaltable asistencia del agregado de alguna planta medicinal. Una semilla, una corteza, una flor, una raíz y una hoja de alguna planta medicinal nunca faltan. Las industrias yerbateras se acostumbraron a adicionar algún medicinal y eso motivó aun más el masivo uso de la yerba, denominada compuesta o saborizada.

El uso de las plantas medicinales adicionadas al mate y al tereré es una práctica corriente, común y muy difundida en el Paraguay y alrededores. Se estima que en este país existen más de 800 especies medicinales y unas 60 son las más utilizadas. Mucha gente vive y sobrevive de la explotación racional e irracional de las plantas medicinales y en el Paraguay se mueven unos 2.000 millones de guaraníes por día con el uso de las plantas medicinales y aromáticas. No se incluye lo que se mueve con la exportación.

El Ministerio de Agricultura y su servicio de Extensión (en Extinción) Agrícola no prestan la atención a este especial rubro para la agricultura familiar, en el BNF y el Crédito Agrícola nada se financia y ni conocen de su existencia, tampoco es asignatura formal ni se le presta atención alguna en ninguna Facultad de Agronomía del Paraguay. Estamos en el Paraguay y esto implica perder tiempo, espacio y plata con las plantas medicinales. Ya nos sacaron la identidad del ka’ã he’ê y seguimos como palo de yerba: nada en el mate...

caio.scavone@abc.com.py