“No quiero morir idiota“

SALAMANCA. No comenzó en mayo del 68, sino años antes. No se incubó en París, sino posiblemente en otras latitudes. No terminó el 30 de mayo con una gigantesca manifestación en apoyo al entonces presidente Charles de Gaulle, sino que se prolongó hasta un tiempo después. Sin embargo, hoy se lo conoce como el Mayo Francés, y cincuenta años después de aquel grito de protesta, del que se dice que no alcanzó a las metas que se proponía, se sigue hablando de él. Incluso se llegó a incubar una nueva palabra: “sesentaiochista” para calificar a los hechos ocurridos entonces y a la gente que tomó parte en aquellas manifestaciones.

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No debe haber, en toda Europa, un solo periódico que no haya recordado los cincuenta años de tales acontecimientos al tiempo que las mesas de las librerías se llenaban de libros referentes al Mayo Francés. También los políticos, para bien o para mal, lo tuvieron presente. Nicolás Sarkozy, en plena campaña electoral que lo llevaría a la presidencia, en 2007, en uno de sus discursos prometió “liquidar la herencia de Mayo del 68”, pues había “impulsado el relativismo intelectual y moral, y sus herederos impusieron las ideas de que todo valía, de que no había ninguna diferencia entre el bien y el mal, proclamaron que todo estaba permitido, que se había acabado la autoridad y la escuela tradicional” (“Revoluciones“, Joaquín Estefanía, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018, p. 45).

Lo que le martiriza a Sarkozy, visto desde la orilla de enfrente, fue una victoria. Entre otras cosas, los estudiantes lograron que los varones pudiesen transitar libremente por las residencias de estudiantes mujeres. En cuanto a que todo estaba permitido, también hay que mirarlo desde la otra orilla, pues lo que se buscaba era terminar con las prohibiciones irracionales y las medidas que impedían a los jóvenes expresarse libremente debido a la censura más conservadora y reaccionaria. A propósito de esta liberación, el filósofo jesuita Michel de Certeau dijo: “En Mayo del 68 se tomó la palabra como se había tomado la Bastilla en 1789”.

Aquel movimiento estaba inmerso en otros movimientos que llegaban de las protestas de los jóvenes americanos contra la guerra de Vietnam y el movimiento hippie en pleno florecimiento (en ambos sentidos), además del movimiento contracultural del arte “pop”. Era el año los Beatles, los Rolling Stones, The Doors con Jim Morrison cantando “We want the world, and we want it now” (Nosotros queremos el mundo y lo queremos ahora). Pero no terminó todo allí. El cantautor español Ismael Serrano a fines de los años noventa cantaba: “Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito / De gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo / Y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana / Y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda / Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis / Estropeando la vejez a oxidados dictadores / Y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona / En aquel mayo francés en los días de vino y rosas”. El filósofo español Fernando Savater, en un artículo publicado en “El País”, recuerda las consignas que se hicieron célebres (“Prohibido prohibir”) y de entre todas ellas rescata su preferida: “No quiero morir idiota”. jesus.ruiznestosa@gmail.com

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