Ojo con el populismo

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Decirle a la gente lo que quiere oír y prometerle cosas que hace tiempo anhela son las maneras típicas en que operan los políticos populistas. “La democracia es una mierda”, “que se mueran todos los parlamentarios”, “el presidente es un payaso” son frases comunes de tal modalidad.

En los últimos días, están apareciendo en declaraciones de políticos y en comentarios de personajes irresponsables, determinadas afirmaciones que son muy peligrosas para la estabilidad de nuestra vapuleada democracia.

En su propio espacio en las redes sociales, el suspendido senador Paraguayo Cubas alentó a la ciudadanía a destruir por completo el sistema democrático y él, personalmente, se comprometió a “garrotear en la plaza pública y enviar al cadalso” al presidente de la República, Mario Abdo Benítez, al titular del Congreso, Silvio Ovelar, y a otras autoridades políticas, militares y del poder judicial.

Cuando Payo anunció que va a acabar con todos los “senaratas”, suponemos que él se autoexcluyó de la lista.

En algunas emisoras de barrios populares también circularon manifestaciones de deseos de acabar con esta democracia, desalojar a todos los senadores y diputados, y que renuncien el Presidente y todos sus ministros.

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Debemos tener mucho cuidado con estas expresiones de deseos porque, si se convierten en realidad, entraríamos en un caos político y social de terribles consecuencias y de la sartén caliente caeríamos directamente al fuego.

Afirmar que la democracia no sirve para nada, acusar que todas las autoridades son corruptas y merecen la horca, y alentar a que desaparezcan todas las instituciones públicas, son acciones que, si logran convencer a las masas populares, anticipan la instalación de un gobierno autoritario, absolutista y dictatorial que puede durar décadas.

Hitler, Mussolini, Castro, Chávez y Maduro son ejemplos históricos y actuales de que cuando un hombre pretende sustituir a todos los poderes del Estado, a mediano y largo plazo el pueblo sufrirá persecución, censura, empobrecimiento progresivo y el descarado despojo de todos los bienes públicos por parte de la camarilla que rodea al mesías presuntamente salvador de la patria.

Los ciudadanos conscientes no podemos prestarnos al juego de lanzar bombas a diestra y siniestra contra todo lo que representa al Estado. La descalificación global del sistema democrático, con la teoría de que hay que quemar todo y resurgir de las cenizas, nos conducirá inevitablemente a la creación de un estado férreamente controlado por un líder de mano dura y de mentalidad autoritaria.

En estos casos, vale la pena recordar el antiguo refrán de que la peor de las democracias es preferible a la mejor de las dictaduras.

Por qué negar que nuestra democracia es débil, ineficiente, permeable a las injusticias y a la corrupción; la pobreza aprieta a un tercio de la población y hay muchos delincuentes disfrazados de líderes políticos. Sí, pero al menos tenemos libertad y espacios abiertos para tratar de mejorar social y económicamente nuestras vidas. No nos dejemos engañar por los cantos de sirena de los populistas camuflados de corderos que van al sacrificio.

ilde@abc.com.py