Ortega no está “en su charco”

Leí con sumo interés la entrevista del pasado domingo de LA PRENSA del exdirigente sandinista Julio López Campos, otrora muy cercano a Daniel Ortega, quien afirma que los empresarios no conocen al dictador en tiempos de crisis y que, en la actual situación de un Daniel Ortega al borde del precipicio, no está sofocado, sino, por el contrario, “está en su charco”.

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Compara López las circunstancias actuales con las que a Ortega le tocó enfrentar luego de la derrota electoral de 1990, cuando él decía que “iban a gobernar desde abajo”, incluso le confiere subliminalmente una suerte de invencibilidad al afirmar: “Está minando la capacidad de resistencia de la gente, de los sectores medios y del empresariado”.

Ciertamente que Ortega tiene la llave para que las cosas se pongan peor para todos los nicaragüenses, y ha demostrado que está dispuesto a jugar esas cartas, pero no está en su charco. Dudo mucho que ese sea el mundo ideal para él, a sus 73 años, como para conferirle la gracia de que para eso él es bueno y se ríe de nosotros porque él está en su charco.

Si las cosas se van a poner mal para Nicaragua, como en efecto se están poniendo, no se van a poner mejor para Ortega y su familia, porque cada día que pasa el saldo de muertes se eleva, y eso no trae un buen presagio.

Su charco son las masas acarreadas en el transporte público que lo vitoreaban en medio de las luces, los altoparlantes, el servilismo más abyecto y el poder que con sorprendente velocidad ha venido menguando desde el 19 de abril, cuando se inició la represión.

Su charco es concentrar el poder, sin que nada pasara, cuando muy pocos protestábamos y pasar inadvertido ante la comunidad internacional, mientras el país disfrutaba de paz, crecimiento económico y una ola de turismo internacional sin precedentes.

El poder que le ha quedado en su charco es ínfimo, pero aún letal. Nunca se imaginó Ortega que iba a estar en este charco, que no es deseable para nadie: aislado con su familia en El Carmen, mientras el pueblo, como nunca en la historia de Nicaragua, se ha levantado cívicamente en gigantescas marchas a exigir su renuncia y la de su esposa Rosario Murillo. 

Ciertamente, ese no es el “charco” donde quisiera estar Ortega, un charco de sangre que ha dejado más de 150 muertos, entre ellos 4 niños, en la mayor masacre que ha ocurrido en Nicaragua en tiempos de paz, y por más experiencia que haya tenido Ortega “gobernando desde abajo”, alentando a jóvenes a poner barricadas y tranques a los gobiernos democráticos, nada lo preparó para enfrentar a sus 73 años una sobredosis letal de su propia medicina.

Interpretando a todo el pueblo, los obispos de la CEN (Conferencia Episcopal de Nicaragua) le han tendido una escalera de oro; allí está todavía para que se baje y ahorre a la nación más sufrimiento.

[©FIRMAS PRESS] 

* Periodista, exministro y exdiputado nicaragüense.

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