Otra sociedad es posible

Es posible cambiar la sociedad para bien y para mal. La historia lo viene demostrando. A través de los siglos se han producido y se siguen produciendo cambios frecuentes, a veces cambios revolucionarios. Los modos y estrategias para producirlos han sido plurales.

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Frente a los faraones que elevaron desde la opulencia la cultura de los egipcios, Moisés cambia la historia del pueblo hebreo liberándolo de la esclavitud desde la extrema pobreza; los emperadores chinos marcaron pautas culturales durante siglos; con múltiples inteligencias Alejandro Magno, formado con la sabiduría de Aristóteles, en solo 13 años logró unir a los pueblos griegos, vencer al Imperio Persa y expandir la extraordinaria cultura griega generando el famoso “Período helenístico”. Igualmente podemos ilustrar los cambios citando el Imperio Romano, el imperio árabe, la reconquista y unidad de España con los Reyes Católicos y el encuentro con América, para no citar por falta de espacio a genios de la trascendencia como Buda, Confucio, etc. Toda una red de momentos estelares que han producido cambios que dejaron profundas huellas en la humanidad.

También hay cambios para la destrucción como el que condujo Hitler con el racismo de su movimiento nazi y más cerca ahora Maduro con el chavismo marxista.

En otro orden de cosas, en Occidente, pero con proyección universal, la revolución industrial marcó un antes y un después definitivo desplazando a grandes masas de población de la vida rural a la vida urbana, con todas sus imponderables consecuencias.

La Segunda Guerra Mundial destruyó Europa y cuando la bomba atómica pulverizó a Hiroshima y Nagasaki nos sumergimos en el existencialismo más radical y nos abocamos a la modernidad, destronando a la diosa razón. Cambió la sociedad pasando del énfasis en la producción industrial a la sociedad del consumismo.

Con la invasión de las nuevas tecnologías infocomunicacionales pasamos a la postmodernidad globalizada y el consumismo de cosas se desplazó al consumismo de emociones. Y con la aceleración de los cambios científicos y tecnológicos, nuestras sociedades viven en el flujo de los cambios constantes.

Ha habido otro tipo de estrategias extraordinariamente eficaces para producir cambios sociales: Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Mandela, por ejemplo, han logrado cambios sin ejércitos ni armas, sin máquinas de vapor ni descubrimientos científicos ni tecnologías y ultratecnologías, solamente con la grandeza de su liderazgo alimentado en valores personales y sociales, convertidos en testimonio magnético ejemplar en busca de la justicia, la libertad y la paz.

Pero entre todos los cambios de la historia, promovidos por el liderazgo moral y trascendente, el más impactante y eficaz, el de más proyección universal es el de Jesús de Nazaret, extendido a todos los países y culturas del mundo y mantenido con progresivo vigor durante veintiún siglos. Con una propuesta insólita, una ley nueva, la de amar como Él, incluso al enemigo, servir en vez de dominar, vivir como hermanos porque somos hijos del mismo Padre, Dios, buscar la unidad además de la unión, dar preferencia a los que sufren, a los débiles, a los pobres, luchar por la justicia y la paz, realizar el proyecto de Dios… Con esta propuesta asumida radicalmente llegó con sus primeros seguidores a conquistar hasta al poderoso Imperio Romano.

Jesús de Nazaret, nacido en la marginalidad de un establo, perseguido político y emigrante recién nacido, viviendo en una aldea despreciada, muriendo desnudo y crucificado como el peor criminal, ha conseguido los cambios personales y sociales de miles de millones de personas y de sociedades de más de dos mil años.

Es posible el cambio social. Y en Paraguay además de posible es necesario y urgente. Nuestra sociedad está estancada en el barro de la corrupción. En el 2018 creció el número de pobres absolutos. Crece la emigración interna y externa. Somos el segundo país de América con mayor inequidad. Ha crecido la violencia, la producción y consumo de drogas. Se mantiene la impunidad.

Cristo es el mismo y su propuesta también. La mayoría de los paraguayos somos cristianos. ¿Qué pasa con nuestro cristianismo? ¿Por qué los cristianos no somos sal y levadura en Paraguay? Siendo tantos, ¿por qué no podemos limpiar el barro de la corrupción y acelerar la sociedad que soñamos?

jmonterotirado@gmail.com

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