La sociedad digital ha cambiado los modos y la frecuencia de comunicarnos y consecuentemente el contenido de las vivencias intrapersonales, las relaciones interpersonales, familiares, sociales (grupales y masivas por redes sin fronteras) laborales y comerciales. Nuestro ámbito afectivo está sobreestimulado y no por ello satisfecho. Son diferentes las relaciones financieras y manejamos dinero electrónico. Se extiende el acceso a servicios culturales gratuitos, a fuentes de documentación y bibliografía, a museos, conciertos, cine, teatro y espectáculos, de los que podemos gozar en directo y en diferido sin movernos de casa; han cambiado muchos modos de juego y entretenimiento y las posibilidades de estudio y formación permanente; en esta nueva sociedad superamos las distancias y multiplicamos nuestra presencia esparcida simultáneamente por diferentes escenarios mundiales y distintas culturas; a nuestro alcance está un trillón de datos y mucha más información de la que podemos imaginar. Con razón se dice que estamos en la cuarta revolución tecnológica. Vivimos indiscutiblemente en otra sociedad con otros lenguajes y una nueva cultura creciente, la cultura digital.
Si educar es capacitar para la vida, introduciendo a los niños en la cultura de la sociedad en la que viven, es obvio que nuestra educación, si quiere ser verdadera educación, debe cambiar urgentemente, porque la vigente se ha estancado y no responde a las necesidades y exigencias de la sociedad real, que es sin duda una sociedad que se ha desplazado y sigue desplazándose cada día más, a la sociedad digital.
La responsabilidad de los políticos y gobernantes es altísima. Da la impresión de que no están entendiendo el momento histórico en el que estamos y no ponen los medios necesarios para ofrecer inmediatamente y con calidad la educación válida para estos tiempos y para una población que tiene nada menos que el 56% con menos de treinta años de edad, los cuales tendrán que enfrentar un mundo totalmente distinto al pasado y al presente. Los signos y la dinámica de los tiempos son muy claros, si no se ven y si no se reacciona ante ellos coherentemente, es por ignorancia o incompetencia o impotencia o irresponsabilidad.
Así como la educación para la sociedad natural se empieza por la alfabetización de la lecto-escritura y la introducción progresiva en la cultura de la comunidad, igual en la sociedad digital hay que empezar por la alfabetización digital. Algunos piensan que esta alfabetización digital consiste en enseñar a manejar los equipos informáticos, confundiendo alfabetización instrumental con la verdadera alfabetización digital. La primera a lo más logra destrezas y habilidades con los instrumentos; la alfabetización digital requiere además indefectiblemente “competencias” y conocimientos sobre los lenguajes y la cultura digital.
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La alfabetización digital requiere una formación específica sobre la información, capacitando para que el alfabetizado sepa identificarla, seleccionarla, producirla, archivarla, valorarla y convertirla en conocimiento.
Es fundamental la formación ética que le oriente sobre la malicia de comportamientos indebidos que pueden tener efectos negativos incontrolados y de extraordinaria repercusión por su potencial de difusión e impacto en destinatarios totalmente desconocidos y no identificables. Este poder difusivo agrava el daño de las conductas inmorales como, por ejemplo, la calumnia, la difamación, las agresiones y violencias, las provocaciones, etc.
La alfabetización y educación digital debe promover enfáticamente valores que ayuden a la superación humana de la sociedad, evitando comunicar basura encubriéndose en el anonimato o en la simulación de falsa identidad, desarrollando conductas de honestidad, respeto a la dignidad de todos, sociabilidad, cooperativismo para ayudarnos todos con la contribución constructiva de cada uno.
La sociedad digital no es utopía, vivimos en ella. Es otra nuestra sociedad y otra la educación necesaria.
jmonterotirado@gmail.com