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SALAMANCA (España). La sala se puso en penumbra y en la pantalla comenzaron a aparecer los anuncios de los próximos estrenos, los títulos que aspiran al Oscar, los últimos éxitos de los principales directores europeos. Y de pronto... “Las herederas”, con una catarata de imágenes y comentarios elogiosísimos: “Lo último de la cinematografía paraguaya...”, ganadora de primeros premios en Atenas, Berlín, Gramado, Madrid, Ljubljana, Montreal, Oslo, San Sebastián, Seattle, Estocolmo, Sidney, Viña del Mar. La lista se vuelve interminable. Y su realizador, Marcelo Martinessi, y sus actrices principales, Ana Brun y Margarita Irún. No soy patriotero, pero es imposible sustraerse al orgullo, vicario por cierto, de formar parte de ese país, haber conocido de cerca y hablado con toda esa gente. Si se promociona así la película en Salamanca, quiere decir que se la promociona de igual manera en todas las ciudades importantes de España.

Hasta aquí esta especie de cuento de hadas con un final feliz. Al día siguiente abro la edición digital de este periódico y uno recibe como un mamporro en plena rosto nuestra realidad cotidiana. El analista norteamericano Emmanuel Ottolenghi considera que el Paraguay sigue siendo “un paraíso fiscal para el terrorismo”. Hace unas semanas, con motivo del viaje del presidente Abdo Benítez a la reunión de Davos con el objetivo de atraer inversionistas, había escrito en esta misma columna que era inútil salir a buscar dinero afuera si antes no se ponía verdadero empeño en limpiar la cara de nuestro país.

El informe de Ottolenghi nos pone la lápida: “Los que llegan a Paraguay a invertir y a hacer negocios deben saber que el sistema financiero, que el sistema país, que la ética pública, que el nivel de corrupción son tales que presentan riesgos a los inversores y a los bancos internacionales”. Con tales antecedentes, viajar hasta Davos es inútil, a no ser que se quiera disfrutar de sus imponentes paisajes y sus fantásticas pistas de esquí.

Todo se junta. En esta misma columna escribía días atrás preguntando de qué servía que compatriotas nuestros, con gran capacidad creativa, grandes talentos, gente que ha sobresalido por su inteligencia, por sus conocimientos, por su erudición, su sabiduría, su instrucción logren dar cierto prestigio al país para que, de pronto, venga un Juan de los Palotes que, siguiendo sus ambiciones personales, lo eche todo a perder. El informe de Ottolenghi menciona el caso del vicepresidente Hugo Velázquez, que está trabajando para hacer que el diputado Ulises Quintana, preso por presuntos vínculos con Reinaldo Javier “Cucho” Cabañas –quien aparece como poderoso narcotraficante–, se convierta en intendente de Ciudad del Este. Y dice textualmente: “Toda esta historia que está pasando en Ciudad del Este, con la presión hacia la Fiscalía sobre la situación del diputado Quintana, es una vergüenza. Es algo que no puede pasar en un país democrático. Que el vicepresidente se tome el derecho de interferir públicamente para apoyar a un político sospechoso de ser un narco político, cambiándolo a ser el rey de la ciudad del crimen”.

La conclusión a la que se llega es que no vale la pena esforzarse. En lugar de estimular a los jóvenes a convertirse en ciudadanos honestos, en ciudadanos ejemplares, en ciudadanos de provecho, se les estimula a que sean todo lo contrario. Para qué quemarse las pestañas si mucho más importante que la sabiduría y el conocimiento es ser traficante de drogas ya que en su camino no está la cárcel si no una importante intendencia municipal y hasta cargos más altos y apetecibles.

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Estoy esperando impaciente el estreno de “Las herederas”. Y a nadie le contaré que soy del país donde se realizó tan laureada película por temor a que me relacionen no con el film sino con el informe de Ottolenghi.

jesus.ruiznestosa@gmail.com