Paraíso invisible

El reporte de prensa no detalla qué índole de polémica generó la conocida presentadora de CNN en Español, Patricia Janiot, al afirmar, en Asunción, que Paraguay es “invisible” ante el mundo. Lo cierto es que ni se equivoca ni miente; los habitantes de este país sabemos bien, desde hace mucho tiempo, cuán ocultos estuvimos siempre.

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En gran mayoría, los extranjeros que conocieron esta tierra la amaron o la elogiaron; a veces, creo, desmedidamente. El Príncipe Louis D’Orleans y Bragance, por ejemplo, afirmaba que “Un marco de una bella armonía hubo de, parece, garantizar al Paraguay un porvenir de toda calma y prosperidad”. Eliseo Reclus opinó de los habitantes de este país, en su Géographie Universelle, que era “uno de los mejores y más amables que hayan existido”. Bourgade La Dardye escribió al General Caballero; “Dos años de permanencia en el Paraguay me hicieron apreciar todos los hermosos aspectos de su país; riqueza de la tierra, nobleza de corazón de sus habitantes”. Y así en muchos otros casos.

Fueron la mediterraneidad geográfica del país y el encierro mental de los paraguayos los que nos encubrieron a los ojos del mundo; hasta a los de la región, porque en San Pablo o en Buenos Aires no nos conocen mejor que en París o en Roma, aunque sea difícil de creer. Es cierto que algunos artistas lograron éxito en divulgar nuestro acervo estético en países lejanos, mas, circunscriptos a ámbitos estrechos y exclusivos. Si no fuera por el fútbol –única actividad humana que abarca el orbe y alcanza todas las clases sociales–, sería posible que nosotros mismos dudásemos acerca de la realidad de nuestra existencia.

¿Nos acompleja a los paraguayos ser poco o nada conocidos en el exterior? Sin ninguna duda. Se trata de un sentimiento de inferioridad que manifestamos a cada momento. Paradójicamente, sin embargo, no cuidamos nuestro patrimonio identitario; sustituimos los modos y expresiones paraguayas por los foráneos; imitamos y copiamos –mal, generalmente– lo que hacen y dicen los demás; damos valor desmedido a lo que nos llega de afuera y estimamos lo nuestro sólo cuando los extranjeros lo aprueban. Nos “desparaguayizamos” velozmente, en un grosero proceso de alienación comandado por los medios periodísticos y las empresas publicitarias.

Vino ahora la inteligente periodista y ejecutiva de prensa Patricia Janiot a aconsejarnos que nos pongamos a trabajar en la “marca país”, una expresión de moda que intenta decir, en prosaica jerga comercial, que debemos promocionarnos para “vendernos” mejor. ¿Qué significa? Que hay que atraer inversores, turistas e inmigrantes calificados y, para tal, aparecer en las pantallas del mundo con publicidad atractiva, con “ganchos”, digamos, para no apartarnos mucho de la jerga.

Esto lo sabíamos ya. Alguna gente de aquí estuvo diciendo eso mismo durante muchos años; y, unos pocos, haciendo algo al respecto, además. Y, a fe mía, que estamos avanzando en esa dirección, hecho demostrado por la visita de la señora Janiot, precisamente, que algunos años atrás no hubiera pasado por aquí.

¿Deberíamos hacernos visibles a ese Primer Mundo, asombrosamente rico y ferozmente consumista, que se muestra tan dispuesto a pagar lo que sea por ver, escuchar, saborear, aprender y percibir sensaciones nuevas o ignotas? ¿O es mejor quedar ocultos? Puesto que lo desconocido es de por sí atrayente, nuestro mejor negocio podría ser, justamente, “vender” nuestra invisibilidad. “Conozca lo desconocido”, “Invest in the unknown country”. En medio de tanta publicidad convencional, turística y económica, mensajes como estos no podrían dejar de llamar la atención. Convirtamos pues la invisibilidad secular en nuestra “marca país”. Y registrémosla, no sea que los chinos rojos nos la falsifiquen.

Si somos un paraíso, como dijeron tantos, seríamos uno escondido. Tal como permanecen también, aquí adentro, nuestros talentos. Somos, esto sí, un país de gente despreocupada y contenta, con poquísimos manicomios y muchísimas discotecas. Tal vez esa gente, después de descubrirnos, parafraseen aquello que Churchill afirmó alguna vez de los polacos: “hay pocas virtudes que los paraguayos no posean y pocos errores que no hayan cometido”.

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