Quienes así opinan, ¿han entendido por qué tantas personas están tan contentas de que haya quebrantado las formas y no le dan importancia a que haya sido grosero y agresivo? ¿Se han preguntado por qué lo votaron los ciudadanos? Y lo votaron específica y personalmente, sin el ropaje de ninguna lista sábana.
La respuesta es simple: Cubas es el equivalente en el Parlamento de los escraches en las calles; la expresión del enojo, el hartazgo y el hastío de los ciudadanos. Si el Congreso Nacional fuera la caja de resonancia de la ciudadanía y nuestro sistema electoral fuera más equitativo, probablemente tendríamos más parlamentarios como él y habrá otros que seguirán su ejemplo, como la diputada Kattya González, que apenas cambió el cinto por la zapatilla, que tiene mayor tradición femenina.
Al igual que los escraches, Cubas no es lo óptimo pero, como él mismo afirmó, está haciendo “aquello para lo que sus votantes lo eligieron”: armar quilombo, que es casi lo único que puede hacer un opositor en un parlamento con una amplia mayoría más que dispuesta a quebrantar cualquier norma, desde la Constitución hasta sus propios reglamentos.
Dicho sea de paso, tampoco es que todos los demás legisladores sean un modelo de respeto a las formas. Hemos visto insultos, improperios, exabruptos y peleas en unas cuantas ocasiones, desde mucho antes que el senador Cubas consiguiera un curul en el Parlamento.
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Así pues “Payo” Cubas “haciendo lío” (que diría el papa Francisco) en el Parlamento no es un accidente, sino la consecuencia del enorme desprestigio ocasionado por el descontrol, la falta de institucionalidad, la corrupción, la inmoralidad y el divorcio cada vez mayor entre la ciudadanía y los partidos políticos y sus parlamentarios.
¿Y qué decir de los resultados? Lo que hace rato perciben los ciudadanos es que, sin un alboroto mayúsculo, no hay consecuencias para ninguna tropelía por escandalosa que sea. Los Daher, los Oviedo, los Bogado, los Portillo y demás “próceres” caídos o por caer, continuarían tan campantes haciendo sus negocios desde sus cargos.
Los legisladores honestos y respetables, que también son educados y guardan las formas, pueden hacer un recuento de cuantas veces han podido sacar adelante algún resultado positivo ante la aplanadora de los que son deshonestos y los que anteponen el espíritu corporativo… Muy pocas y en todas ellas gracias a que la presión ciudadana estaba en la calle “rompiendo las normas”.
Quiero aclarar que soy el primero en defender la buena educación y las normas de buen comportamiento, pero también tengo un carácter fuerte que no pocas veces en mi vida me ha impulsado quebrantarlas, llevado por la exasperación ante algo inadmisible.
Por otra parte, soy consciente de que resguardar las formas puede convertirse en un escudo muy eficaz para evitar que se aborden y corrijan los males de fondo. Empujar a alguien es descortés, pero ha salvado a mucha gente de ser atropellado; un golpe en la espalda es una agresión, pero no he escuchado quejarse de ello a nadie que estuviera ahogándose.
Es muy significativo que tanto “Payo” Cubas como Kattya González hayan conseguido, quebrantando las normas, lo que jamás hubieran logrado respetándolas. Un senador huyendo de ser filmado por el celular o todos esos diputados abandonando en masa la sesión son una clara y también asombrosa muestra de ello.
Sumen a esto que es inevitable que la gente sienta simpatía por alguien que se enfrenta pública, ostentosa, ruidosa y escandalosamente a personas y grupos mucho más poderosos y me da la impresión de que, rompiendo las normas, el senador Cubas se ha ganado, con este escandalete, a no pocos votantes más de los que ya tenía.
rolandoniella@abc.com.py
