Pensar: ¿qué, para qué y para quién?

No todos debemos pensar del “mismo modo” sobre la misma realidad. Si bien es cierto que la escuela normalista se empeñó en producir “bien-pensantes”, la escuela del tiempo presente –dependiendo de la corriente teórica– está inmersa en paradigmas distantes de aquellos aciagos años de ortopedia corporal y corsé intelectual.

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Respuesta a J.M. Tirado

La capacidad de pensar no es exclusivamente “potencialidad”, es opción que se ejercita en contextos donde el grupo social y las coyunturas políticas tienen un papel decisivo. Y la eficacia y eficiencia del pensamiento, más la conceptualización, valoración e interpretación, también dependen del clima sociopolítico y económico de cada época. El pensamiento no es eficaz y mágico por su lucidez, sino por su aceptación y legitimación. La inteligencia es adaptación para resolver problemas más que procesamiento de pensamientos.

Es cierto que tenemos mucho por delante en cuanto a mejora de nuestras capacidades. Pero de ahí a refrendar que “el ser humano todavía no aprendió a pensar bien” es desconocer un mundo de conquistas. Hemos mejorado a la hora de comunicarnos, a la hora de acceder a la información y, por ende, el mundo es más ancho y menos misterioso. El egoísmo y la distribución interesada de los recursos es parte del pensamiento capitalista. De ahí que, parafraseando a Gustavo Bueno, el pensamiento es siempre pensamiento sociopolítico contra alguien.

Si en Paraguay la subnutrición es un problema, y aun así “se desperdician millones de kilos de mangos, aguacates, naranjas y pomelos”, no es por falta de pensamiento. Es por ausencia de políticas públicas que prioricen cuestiones sociales urgentes.

Coincido con usted en que en varias áreas del saber se van descubriendo elementos para mejorar los pensamientos y conocimientos. Pero de ahí a decir que nuestros docentes educan como “si estuviéramos todavía en los primeros siglos bajo el inspirado pensamiento griego de antes de Cristo” es una comparación odiosa y una ofensa gratuita. Ojalá tuviésemos aunque sea una pizca de todo aquello que los griegos desarrollaron en torno a la Paideia… En fin, menospreciar a los griegos con el afán de mostrar la “inutilidad de los docentes paraguayos” es desconocer e invalidar el mismo soporte cultural de Occidente.

El problema de nuestra educación no es la ausencia de un pensamiento lógico lineal ni el desconocimiento de las teorías de Gardner, Goleman, Morin, entre otros. La dificultad más escabrosa que la sociedad paraguaya deberá vencer se llama “autoritarismo”. Nos enseñaron a ser serviles, genuflexos, idiotas y estúpidos. Aunque bullan en nuestras cabezas muchos pensamientos, el silencio es la estrategia social y política más valorada. Por ello, más allá de los grandes teóricos, necesitamos diseñar, discutir y poner en marcha un proyecto con una base firme, esto es, una filosofía de la educación con profundas raíces en nuestra realidad cotidiana, tanto nacional como regional.

La última “seudo reforma educativa”, que por cierto ha costado millones de dólares, se pensó entre cuatro paredes. Los “expertos bienpensantes” no se han preocupado por diseñar un modelo de hombre para estos tiempos que corren, pero sí se han ocupado por legarnos burócratas y consultores de toda laya.

Y es que el pensamiento no es privado, no es subjetivo. El pensamiento tiene sentido cuando se imbrica social y políticamente. En gran medida, eso es lo que Maquiavelo descubrió y le costó tan caro, pues se enfrentó a una sociedad con unas reglas políticas ajenas a sus propuestas. El pensador cayó en desgracia por la torpeza de los otros. Intentar desprestigiar a Maquiavelo equiparando sus ideas con pensamientos y actos de nuestros políticos paraguayos es como estudiar natación por correo. Imposible, improcedente, equivocado y negligente.

Paraguay tiene todas las potencialidades para salir adelante en el ámbito educativo. Más que nunca, tenemos estudiantes de maestría y doctorado en educación. Gente sacrificada que luego de trabajar deben desarrollar módulos en sesiones maratónicas de cinco o más horas. Por eso, justamente por eso, la comunidad educativa paraguaya, con sus luces y sombras, deberá replantearse: seguir criando un “pensamiento sumiso y servil” o un “pensamiento liberador” capaz de hundir años de autoritarismo, burocracia y conservadurismo. La “diversidad”, el “pluralismo”, la “tolerancia” y la “no discriminación” son retos que se están “pensando” en la actualidad, pero habría que preguntarnos: los cancerberos ¿qué esperan que pensemos?

* Filósofo, catedrático e investigador

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