Plenamente amadas

Esta semana tuvimos una brisa fresca entre tanta difusión de odio y desamor, tragedias que, sin análisis, nos debilitan interiormente. Pero a la par de la cultura de la muerte, la de la vida se manifiesta siempre. El casamiento comunitario de 6 parejas en el Instituto del Cáncer fue organizado por un equipo que canalizó el amor correspondido. Si bien la noticia no tuvo tantos “me gusta”, su riqueza rompe con el mero romanticismo y tiene que ver con un orden en la vida y la sociedad.

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Escuché algunos testimonios muy breves de los recién casados, en los cuales resaltaban que se casaban y esperaban estar juntos “hasta que Dios diga”, “hasta que la muerte nos separe”. Sin dudas son hombres y mujeres que aprendieron de sus sufrimientos, trascendiendo el fugaz entusiasmo, la indecisión y los miedos.

Ojalá la esencia de este acto –sagrado para los creyentes– que es el matrimonio por amor, invite a otros a replantearse el sentido de formalizar su relación. Antes el casamiento asustaba a los hombres, pero certificaba la buena reputación de la mujer; hoy la sociedad ya no condena el vivir sin estar casados, dicha experiencia, respetando previamente el noviazgo como un tiempo de conocimiento del otro y reconocimiento propio, es hasta necesaria. No obstante, si no se han fijado claramente los propósitos y deseos comunes, nada existe y solo es una vana espera, una ilusión de una de las partes. Por más que se las niegue o anestesie, el amor inconstante traerá consecuencias inevitables. Muchos tienen terror de hablar sinceramente sobre cuán fuerte son sus sentimientos; esta falta de comunicación, es una de las causas por las que, cuando la relación acaba de una vez, quedan destruidos y, no pocas veces, imposibilitados para rehacer sus vidas. Tantas personas que han jurado “amarse y respetarse en la salud y en la enfermedad”, desaparecen al primer estornudo.

El casamiento fue un paso muy jugado generaciones atrás, muchos matrimonios duraban por los hijos, por falta de desarrollo personal, por chantaje emocional, etc., pero también hubo y hay matrimonios que perduran porque comprendieron qué significa estar y caminar juntos.

Tal como se trabajó para unir a estas parejas, se debería trabajar interinstitucionalmente para salvar a tantas que necesitan ayuda, incentivo, orientación. Concubinas que esperan toda la vida una propuesta que jamás llega es un marcante no casual de nuestra sociedad.

Cierto es que no todas las personas están destinadas al matrimonio, pero los que sí, si mantienen su matrimonio saludablemente, aportarán la mejor medicina para combatir los males sociales, las determinaciones políticas, la vivencia de la ética y la moral.

En tiempos difíciles, fue una gran postal la de estas mujeres, todas mayores, maduras, vestidas de blanco, atravesando un sendero difícil, pero felices de sentirse plenamente amadas. Todas se casaron vestidas de blanco, y ellos, de traje.

“No nos casamos con una persona, sino con tres: la que uno cree que es, la que en realidad es y la persona en que se convertirá como resultado de haberse casado con uno” (Anónimo).

lperalta@abc.com.py

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