Por amor al despilfarro

SALAMANCA (España). ¿Podrá alguien explicarme para qué sirve el servicio militar obligatorio? Y también ¿cuál es el objetivo del mismo? La respuesta más lógica que se me ocurre es que se trata de un despilfarro puro y duro del dinero público. Nuestros políticos no pueden disimular esa pasión que les domina de gastar nuestro dinero precisamente en todo aquello que no nos hace falta, que no necesitamos, aquello de lo que podemos prescindir sin que nadie eche de menos. Por el contrario, se muestran estrictos e inconmovibles en no gastar justamente en aquello que estamos pidiendo a gritos.

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Es una pena que el gobierno de Abdo Benítez, que en sus primeras semanas nos entusiasmó con la persecución y encarcelamiento de un grupo de corruptos, además de la esperanza de poner atrás de las rejas a otros varios, de pronto se haya desviado de su camino para meternos en este berenjenal de proporciones.

Algunos “opinólogos” afirman que el servicio militar obligatorio sirve para defender a la patria en caso de peligro. Dicho en otras palabras: si el día de mañana Brasil, Argentina o Bolivia deciden enviarnos sus ejércitos, un ejército compuesto por adolescentes saldrá a detenerlos. Contra estos se estrellarán, como contra una muralla, los malhadados invasores. Se plantea entonces otra duda con su correspondiente pregunta: ¿Es posible que un equipo de ineptos pueda formar militarmente, de manera eficiente, a un grupo de adolescentes? ¿De dónde viene lo de ineptos? De la realidad próxima: hace más de una década, las “gloriosas Fuerzas Armadas”, frase hecha tan cara en la época de la dictadura, no han podido neutralizar a un grupo de criminales que se autotitulan Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), de no más de veinte o treinta personas, cuyas actividades se desarrollan en una pequeña porción de territorio al norte del país. Estos delincuentes matan, incendian casas, atacan establecimientos agrícolas, se llevan secuestrada gente, cobran millonarios rescates, amenazan con matar a familias enteras si no pagan altas sumas de dinero. Mientras tanto, los integrantes de la mimada (por el Gobierno) Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) se pasan contando las estrellas dispuestos todos a acudir al lugar del crimen una vez que tienen la certeza de que los delincuentes se han marchado, no sea que pongan en peligro sus vidas.

Si este cuerpo de élite se muestra tan ineficaz en cumplir con sus objetivos, es evidente que no podrá, nunca, formar a otros para que asuman, en caso de necesidad, el rol de “defensores de la legalidad y la seguridad de la República”. ¿Qué seguridad podemos tener los siete millones de habitantes de este país si los hombres en armas que pagamos con nuestros impuestos son incapaces de defendernos de un grupo de treinta criminales? 

Los “opinólogos” que están a favor del servicio militar obligatorio quieren establecer comparaciones con el servicio militar israelí. No solo las comparaciones son odiosas, sino que en este caso no corresponden porque las distancias que hay entre nuestros dos países y la capacidad bélica de cada uno son sideralmente distantes.

El país tiene muchas necesidades que deben ser satisfechas antes de darle el gusto a un grupito de gente engreída que quiere jugar a la guerra de manera irresponsable a costa del despilfarro de nuestros impuestos. Centrémonos antes en mejorar nuestro sistema educativo que en este momento se encuentra por atrás de los países más atrasados de África. Y no es ninguna afirmación temeraria sino lo que se desprende de las últimas pruebas realizadas por organismos internacionales. Lo que necesitamos es la formación de ciudadanos de bien, preparados para responder a las exigencias del mundo contemporáneo en lugar de aprender cómo se dispara un arma de fuego.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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