Esta galería meses atrás había sido refaccionada por gente de la Dirección de Material Bélico (Dimabel) y las obras fueron inauguradas como se acostumbra en estos casos como demostración de la sensibilidad de sus funcionarios con los pobladores del lugar. Por eso, cada vez que veo las fotografías de las festivas inauguraciones con el consiguiente pavoneo de las autoridades de turno, pienso cuánto tiempo durarán las mejoras y si serán realmente tan eficientes como lo dicen en sus discursos los donantes. La experiencia me dice que no.
El tema de los derrumbes de las escuelas ha tomado un ritmo vertiginoso los últimos meses. Curiosamente coincide esta racha con la repartija del dinero de Itaipú canalizado a través de Fonacide. Estos accidentes, que no son tales, pusieron al descubierto una vergonzosa trama de corrupción, de robo desvergonzado del dinero público por parte de intendentes de muchos pueblos. Robo de sumas estratosféricas, todas por encima de los cien millones de guaraníes; muy por encima.
Lo pregunté varias veces y lo haré una vez más. ¿Alguien ha sido encausado por estos robos? ¿Alguien ha respondido ante la justicia por tales actos de corrupción? ¿Alguien fue apartado de su puesto al ser hallado culpable de tales delitos? Y me respondo: ninguno. Todos siguen tan frescos y campantes propalando a los cuatro vientos que son víctimas de una persecución política. No importa que paredes, techos, pilares, vigas, tejas, ladrillos, estén por el suelo en espantoso desorden. Lo que dicen las autoridades es la verdad. Lo que se puede ver, el espectáculo que ofrece la realidad, es un simple engaño de los sentidos.
La gente, en su terrible ignorancia, parece no entender que la corrupción pone en serio peligro la vida de nuestros hijos. Hoy, por suerte, han sido sólo unos pocos huesos rotos y algún que otro golpe en la cabeza. Pero mañana el resultado puede ser atroz. ¿Será que sólo entonces se tomará conciencia de los peligros que encierra la corrupción?
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En casos como este siempre hay gente que sale en defensa de los responsables de tales desatinos porque son beneficiados de alguna o de otra manera, porque reciben las migajas sobrantes del gran festín que se dan los que están arriba. Hasta que alguna viga se desplome sobre las cabezas de sus hijos. Entonces comenzarán los lamentos.
¿Exagero? Recuérdese el apoyo que un amplio sector de la población de zonas rurales de México le da a los narcotraficantes a cambio de alguna limosna. Hasta que esos mismos traficantes terminaron asesinando a cuarenta y tres estudiantes jóvenes sin motivo aparente alguno. Luego quemaron los cuerpos para hacer desaparecer las evidencias del atroz crimen. Hoy, en Sinaloa existen cuarenta y tres familias a las que les falta un miembro, les falta un hijo, y ni siquiera saben dónde podrían estar, porque, lastimosamente, hay autoridades que colaboran con los criminales a través de los complicados caminos que recorre el soborno.
Lo que acaba de ocurrir en Piribebuy tendría que marcar, de una vez por todas, la raya final y a partir de este punto: ¡Basta ya! Que los responsables de tanta corrupción vayan entrando en fila, de uno en fondo, a la cárcel, con la condena que se merecen. Que la historia de la “persecución política” ya no se la cree nadie.
jesus.ruiznestosa@gmail.com